¿De qué se extrañan?
Por Juan Cristóbal Beytía
S.J. Capellán de Techo-Chile
Por Juan Cristóbal Beytía
S.J. Capellán de Techo-Chile
Vemos en la prensa un desfile de personas acusadas por delitos económicos. Van entrando al ruedo del juicio público y pareciera no detenerse. Algunos abren los ojos con cara de sorpresa digna de Instagram. Buscamos culpables y salpicamos instituciones: los que no vieron y deberían haber visto, o los que vieron y se desentendieron.
Pero, ¿por qué nos extraña? Hemos construido la sociedad los últimos 40 años sobre la base del interés individual. Hemos evangelizado diciendo que la mejor manera de crecer era compitiendo, sacando ventaja del vecino. Hemos bebido desde la cuna la idea del sueño americano donde el jovencito se imponía a la adversidad, pero siempre solitario.
¿Por qué nos extraña? Si desde niños nos enseñaron que para surgir tenías que ganar en la PSU, o pagar con factura los útiles escolares, o pasar por la berma cuando hay taco. Si al postular a un hijo al colegio no nos hizo asco usar un “pituto”, o conseguirle trabajo en la empresa de un amigo sin entrevistas. Por años hemos proclamado que el ser humano es esencialmente egoísta, maximizando utilidad y disminuyendo esfuerzos. Lo inhalamos en la calle y en el colegio, en las universidades nos volvimos adictos a esas proclamas. Nos dijeron que eso era normal, que así funcionaba, ¡y lo creímos!
Es difícil que clases de ética en la universidad puedan cambiar las enseñanzas de la escuela de la vida. Los casos que hoy nos alarman son consecuencia de la leche materna que nos alimentó: que la economía es la única dimensión de análisis social y que la utilidad es el criterio para relacionarnos.
Aquí no se salva nadie. Probablemente, algunos se escandalicen porque ven afectado su propio interés. Sin embargo, se abre una ventana de oportunidad al cuestionar este paradigma. ¿Podemos pensar en una sociedad diferente? ¿Podemos enseñar a nuestros niños a confiar en el vecino como se hacía antes en la plaza del barrio? Creo que podemos aprender a poner el bien común y las necesidades del otro por encima de las propias. Podemos cambiar nuestras doctrinas económicas por valores fundamentales de respeto, colaboración y empatía, cediendo el asiento en la micro, o pagando los impuestos que nos corresponden. Si lo hacemos, es probable que el futuro sea diferente y no terminemos como estamos hoy.