¿Hacia dónde estamos yendo?
Por Hugo Eduardo Herrera
“Se debe modificar el centralismo, el oligopolio y el predominio oligárquico, distribuyendo el poder”.
Por Hugo Eduardo Herrera
La situación nacional es compleja, no sólo por los últimos hechos judiciales. Pasa que nuestro peculiar modelo económico y político se encuentra en una crisis honda. Al decir esto, no estoy vaticinando la revolución comunista o la muerte de la democracia y la economía de mercado, sino el colapso de la conformación específica que la política y la economía adquirieron en el país de la transición. Esa conformación está herida. Parece haber cumplido su ciclo. El malestar del pueblo se dirige contra ella.
¿Qué es lo que se pone en cuestión? Probablemente tres fenómenos: el centralismo político, el oligopolio económico, el control de la política y la economía por una oligarquía capitalina ocupada de su propio interés.
En casi todas las regiones hay conflictos ya sin solución, si se mantiene la estructura centralista del poder. ¿O alguien piensa que los mapuche se pacificarán, Aysén será conectado al país, se contará en las provincias con salud, educación y cultura comparables a las de Santiago, bajo el mismo centralismo insensible que nos gobierna? Los casos de colusión y abusos de los grandes (mall, cadenas de farmacia, bancos, productores de pollos, etc., etc.) se vuelven habituales, favorecidos sistémicamente por el oligopolio. El entramado de una clase metalizada con vínculos económicos y políticos se hace patente con Penta, Soquimich y Dávalos, pero ¡cuánto más hay tras ellos!
Ante ese impúdico amasijo el pueblo ha empezado a moverse, lento, pero en lo profundo, irradiando fuerza y descontento por cada intersticio en la delgada corteza institucional de nuestro cuestionado sistema. Entonces emerge la pregunta de los asustadizos:¿hacia dónde va todo esto?
Se equivocan quienes piensan que estamos ante un problema que se supera con algunas declaraciones y leyes, una comisión de “hombres buenos”, apretones de mano entre dirigentes que desempolvan trajes para revitalizar el pacto transicional, como antaño Lagos y Longueira.
Los procesos sociales tectónicos, el “malestar profundo y generalizado”, no se detienen sino hasta el estallido revolucionario, o el golpe represivo, o por medio de una comprensión política capaz de hacer luz en algún grado sobre la situación y darle una expresión institucional a las pulsiones y anhelos que contiene. El desafío al que está expuesto el país -y la política- es dar respuesta a ese malestar en el preciso nivel de profundidad en el que se encuentra, vale decir: modificando el centralismo, el oligopolio y el predominio oligárquico, o sea (y para que lo lean en la derecha también), distribuyendo el poder. Sólo así se logrará salvar, precisamente, a la democracia, el mercado y las bondades que usualmente esperamos de ellos.