Igualdad de género
“No es que nos premien por ser mujeres, sino que se reconozca que la sociedad opera en contra nuestra”.
El Día Internacional de la Mujer se conmemora desde 1909, año en que el sindicato de mujeres costureras en EE.UU. decidió hacer una huelga por sus derechos laborales. Mucho hemos avanzado desde 1909. Poco a poco, hemos ido construyendo un mundo en el cual la mayoría de sus miembros no son tratados como minorías, sino como iguales.
Sería maravilloso que a cien años de la instauración de esta celebración estemos hoy conversando de lo innecesario de ella. Pero no es así. Si bien hemos avanzado mucho en el último siglo, pareciera que nos hemos quedado estancados. En los últimos 20 años hemos duplicado el número de mujeres legisladoras, pero seguimos siendo no más de un cuarto del total. La brecha salarial entre hombres y mujeres en el mundo se ha ido reduciendo, pero a un ritmo extremadamente lento. Si seguimos como estamos, las mujeres vamos a seguir recibiendo menos salarios por los mismos trabajos de un hombre por, al menos, los próximos 70 años.
Lo que a algunos pareciera un reclamo sobre la lentitud de algunos cambios, a millones de mujeres nos parece un reclamo mínimo de igualdad en dignidad y derechos. No se trata de que nos premien por el hecho de ser mujeres, sino que se reconozca que la sociedad opera en contra nuestra. No sólo se nos paga menos por el mismo trabajo. Además, debemos cargar con la responsabilidad de criar hijos y educarlos. Ser mujer y plantear algo tan básico como la igualdad de género sigue siendo, en ciertos sectores, un acto subversivo.
En Chile nos falta mucho por avanzar: la brecha salarial es tremenda; el porcentaje de mujeres en posiciones ejecutivas de las empresas, así como de directoras en sociedades anónimas sigue siendo ínfimo; en la política se ha avanzado, pero a costa de un sacrificio enorme para las mujeres que tienen que adaptarse a horarios y a una cultura masculina de la actividad.
En los sectores menos acomodados la realidad es aún peor: un amplio porcentaje no se ha incorporado al trabajo, a pesar de que es una realidad indesmentible que el factor más importante en la superación de la pobreza es el trabajo de las mujeres.
Hay una etapa en el desarrollo de las sociedades en que las cuotas electorales son necesarias para incentivar el cambio. Metas como la que plantea el objetivo de la paridad de género al 2030 parecen imposibles si no se introducen incentivos estratégicos.
En momentos difíciles para las mujeres del mundo, cuando la polarización religiosa y política en distintos rincones se ve reflejada en violencia y discriminación de género, es más urgente que nunca que también los hombres asuman un rol en la transformación de la sociedad hacia un espacio de igualdad y dignidad para todas las mujeres y niñas del mundo. Este no es un llamado, sino que un reto a quienes estén disponibles a hacerse cargo de este desafío.