La forma de la reforma laboral
Por Alfonso Andrés Swett
Por Alfonso Andrés Swett
Lo que realmente hay detrás de esta reforma laboral es incrementar las remuneraciones para disminuir la desigualdad, independiente de las cortinas de humo o adjetivos descalificativos. Pero tengo algunas preocupaciones de fondo. En primer lugar, ¿qué pasará si se incrementan las remuneraciones sin incrementar la productividad laboral? La respuesta no es muy alentadora, por lo que es urgente cambiar desde sus raíces nuestro ineficiente sistema de capacitación para trabajadores activos. En segundo lugar, ¿por qué no se incluyen costos y penas reales a las huelgas ilegales? En los últimos 20 años casi 1 de cada 3 huelgas en Chile ha sido ilegal. En tercer lugar, en un país que reclama más inclusión, ¿por qué no se hace que la extensión de beneficios sea obligatoria a todos los trabajadores, incluyendo a los no sindicalizados? En 2013 les fueron extendidos los beneficios a 443.030 trabajadores no sindicalizados. Si necesitamos incluir más mujeres y jóvenes al mercado laboral, y si ya tenemos salarios por hora, ¿por qué no tener contratos por hora para mujeres y jóvenes?
En esta primera parte, hay que rescatar la buena forma en que se ha discutido la reforma. La comisión Laboral de la Cámara de Diputados se ha dado el tiempo y ha mostrado un real interés de escuchar argumentos. De lo anterior he sido testigo presencial. Esto no es menor, dada la pésima forma en que se discutió la reforma tributaria, con descalificaciones inaceptables e imprudentes que terminaron por dañar irresponsablemente las ya desafiantes expectativas económicas. No es menor, dado el papelón de la comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados al actuar como buzón político de la reforma tributaria. En esa oportunidad, dicha comisión no quiso escuchar a nadie, desatando la preocupación y rechazo de las empresas y de gran parte de la ciudadanía.
La democracia no es el ejercicio de contar votos. Tampoco es el acto de ponerle el pie encima a los que obtuvieron menos votos. Lo anterior sólo debilita la institucionalidad democrática. Para fortalecer la institucionalidad democrática hay que escuchar de verdad al otro, razonar con inteligencia colectiva sin tratar de imponer una mayoría transitoria y que el objetivo sea el bienestar de todos los chilenos, consensuando el camino elegido.