Números como imagen del infierno
Por Fernando Balcells
“Eugenio Guzmán lanza números de la incultura de los chilenos. Las cifras tienen tres problemas”.
Por Fernando Balcells
Hace años leí en una prestigiosa revista económica la afirmación de que el narcotráfico en Colombia representaba un monto igual al de su PIB. El artículo no tenía ninguna fuente, ningún dato duro y ninguna explicación metodológica para sustentar su afirmación. La magnitud del fenómeno era enorme y, en vista de que el daño moral era aún mayor, la estimación admitía exageraciones. Cuando la moraleja de la historia es compartida, nadie se fija en pequeñeces como la imposibilidad de medir los flujos de una economía clandestina.
En su última columna, Eugenio Guzmán se pregunta sobre la existencia de una crisis institucional y lanza al ruedo una completa serie numerada de la falta de escrúpulos y la incultura masiva de los chilenos: un 23% de evasión en el Transantiago; entre un 25% y un 30% de licencias médicas falsas; un 1% de robo en supermercados, y un 10% que compra la reventa de artículos robados.
Las cifras tienen tres problemas. El primero es que provienen de las industrias interesadas y no han sido verificadas. La falta de filtros de estos números los hace tan poco agraciados y confiables que no alcanzan el umbral de un problema; no son ni verdaderos ni falsos, sino antiestéticos. Si fueran ciertos revelarían problemas horribles. Lo mismo si fueran falsos. Esta es mi hipótesis sobre la razón de que estas cifras se repitan y nadie las tome en serio.
El segundo problema es la funcionalidad de los números. Si una imagen vale por mil palabras, un número vale por mil imágenes. Esa potencia exige una ética más rigurosa del número público. Deberíamos poder diferenciar una cantidad precisa de una aproximación, o de una estimación al voleo. En este caso, la función de las cifras es diagnosticar los males sociales creando una imagen del ladronzuelo chileno, caracterizado como peatón, consumidor de alimentos o usuario de sistemas de salud.
El tercero es que la serie merece una puesta en relación que dé sentido a nuestras fallas culturales (evasiones, falsificaciones, ganancias indebidas). Una exigencia metodológica mínima es que los números sean correlacionados con otros hechos y otros números verificables. Además, deben ser probados y la prueba debe ser sometida a evaluación pública. Mientras se eludan estas exigencias seguirán cargando con la sospecha de responder a un truco publicitario.
Todo indica que estas cifras pertenecen a la justificación de los intereses de las industrias involucradas. Ello queda claro en el Transantiago, donde confluyen intereses que presionan por mayores subsidios. Si el Gobierno puede demostrar su cifra de evasión —según criterios científicos generalmente aceptados—, estoy dispuesto a retractarme y a comerme este pedazo de papel.