Prudencia diplomática
“Todo indica que el Presidente Humala escogió ese camino como alternativa a tomar medidas más drásticas y potencialmente conflictivas”.
Tal como enfatizó ayer el canciller Heraldo Muñoz, el llamado a consulta del embajador peruano en Santiago por el caso de supuesto espionaje militar chileno es “una decisión soberana” del vecino país. Lo importante, sin embargo, es que esa prerrogativa no se convierta en un paso más dentro de una eventual escalada diplomática que tensione la relación bilateral en otros ámbitos no relacionados, especialmente el comercial y el migratorio.
En líneas generales, ése parece ser el ánimo de ambos gobiernos. Aunque el envío de una segunda nota de protesta peruana y el llamado del embajador limeño informado el sábado pudieron ser vistos como una intensificación del roce diplomático, todo indica que el gobierno del Presidente Humala escogió ese camino como alternativa a tomar medidas más drásticas, y potencialmente conflictivas, planteadas por algunos actores políticos de su país. En efecto, partidarios de adoptar una “línea dura” hacia Chile habían sugerido revisar los tratados comerciales con nuestro país como forma de represalia ante el supuesto espionaje de las capacidades militares de Perú, algo que hubiese elevado significativa e innecesariamente la tensión, afectando el interés compartido de ambas naciones por mantener relaciones cordiales y fluidas.
En lugar de eso, Humala pareció ayer descartar tácitamente esa posibilidad al no hacer mención de ella y al insistir en la importancia de canalizar este episodio a través de la vía institucional adecuada, la Cancillería, “que es el órgano que corresponde”, postura que comparte el Gobierno de Chile.
Por su naturaleza, las denuncias de espionaje tienden a despertar pasiones nacionalistas que nublan el juicio prudente que debe caracterizar a las relaciones diplomáticas, especialmente cuando enfrentan problemas. Tanto Santiago como Lima han manifestado la intención, una vez concluidas las pesquisas del caso, de dejar atrás este incidente para retomar lo antes posible la relación bilateral constructiva que ambos desean. El alcance y la densidad de los vínculos de distinto tipo que entrelazan a Chile con Perú obligan a encarar episodios como éste con gran acuciosidad, pero a la vez con un sentido político que entienda los intereses de largo plazo de ambos países, como ejemplifica, entre otras cosas, su participación conjunta en una iniciativa de proyección regional tan estratégica como la Alianza del Pacífico.