Reflexiones portuguesas
“Respecto de Portugal, Chile parece un cuerpo de adulto con mentalidad de niño”.
El gobierno de Piñera repetía como mantra que Chile estaba a las puertas de desarrollo: nuestro PIB alcanzaría al portugués. Siempre me pareció una opinión superficial. Estuve en Portugal y comparto algunas ideas:
Crecimiento y desarrollo no son equivalentes, como señala por ejemplo Amartya Sen. El crecimiento es la capacidad de producir más bienes y servicios y es esencial para permitir el desarrollo. Pero esta capacidad no garantiza que Chile se acerque al desarrollo. Sólo lo hace posible. La imagen de una persona es útil: el crecimiento del cuerpo guarda relación con su desarrollo. Un niño no sólo requiere crecer, debe desarrollarse. Sin esto, será adolescente. En economía es parecido. El crecimiento lo medimos por el PIB. El desarrollo es más complejo. Michael Todaro, famoso por su análisis de economías duales, dice que el desarrollo incluye el crecimiento, pero agrega tres cosas: mejoras en autoestima, libertad de la opresión y mayor capacidad de elegir.
Uno de los países más afectados por la crisis internacional es Portugal. Lleva cinco años estancado, hay alta cesantía y subempleo. Ningún país desarrollado ha logrado superar los efectos de la crisis: en EE.UU. el subempleo supera los dos dígitos. Grecia eligió un gobierno que rechaza los ajustes de su predecesor, el crecimiento chino está estancado, los commodities se derrumbaron y la deflación flota en el mundo desarrollado.
¿Y Chile? Respecto de Portugal, parece un cuerpo adulto con mentalidad de niño. Una dimensión analítica habitual es la desigualdad. Sin embargo, circunscribir la desigualdad a ingresos es simplista. Portugal tiene mejor distribución de ingresos, pero hay que ir mas allá. Santiago y Lisboa son capitales con buena infraestructura, transporte urbano, rutas, facilidades culturales. Lisboa está mejor dotada, en parte porque su PIB es superior. Llama la atención la diferencia entre las ciudades que siguen. Valparaíso y Concepción, comparados con Porto y Coimbra, son realidades muy distintas. Porto se parece más a Lisboa que Valparaíso y Concepción a Santiago. En ciudades pequeñas, las diferencias son mayores. En Portugal éstas gozan de bienes públicos de los que las chilenas carecen. Otro caso es la planificación territorial. Chile es la suma de infraestructuras que se justifican por sí solas. Portugal piensa una infraestructura como parte de un sistema integral.
La lección portuguesa es que detrás de la desigualdad de ingresos hay otras, cuyas correcciones no son automáticas. “Santiago es Chile”, dice el dicho, pero si queremos avanzar al desarrollo, Santiago debe absorber menos recursos. En Chile, “cada uno mata su toro”, es decir, se las arregla como puede. Los países desarrollados no son así. Chile tiene mucho que aprender de Portugal, el más cercano país desarrollado.