Segunda mirada: Santiago no es Ámsterdam
Los domingos por la mañana se ha llenado de ciclistas disfrazados de Tour de France, con calzas anti fricción, cascos aerodinámicos, rodilleras y aparatos para contar calorías, kilómetros y velocidad sincronizados con el iPhone. Bien por el deporte. El problema es que muchas autoridades han confundido una moda deportiva con una solución integral para el […]
Los domingos por la mañana se ha llenado de ciclistas disfrazados de Tour de France, con calzas anti fricción, cascos aerodinámicos, rodilleras y aparatos para contar calorías, kilómetros y velocidad sincronizados con el iPhone. Bien por el deporte. El problema es que muchas autoridades han confundido una moda deportiva con una solución integral para el colapsado sistema de transporte urbano de Santiago, fomentando su uso mediante la construcción masiva de ciclovías, muchas veces disminuyendo pistas de calles principales con la esperanza de seguir la moda de la bici-cultura de países desarrollados.
Pero Santiago no es Ámsterdam: ciudad plana, de 780 mil habitantes (frente a nuestros 7 millones), que de extremo a extremo demora media hora recorrer en bicicleta. Realidad familiar para los que llegan a la oficina en 20 minutos por la ciclovía de Lyon, pero son pocos los que pueden ir de San Bernardo a Vitacura en bicicleta sin arriesgar un infarto.