¡Ser lógico y no ideológico!
“No se los persigue con el rigor de la ley, cuando es el Estado el que debe velar por nuestros recursos”.
Los políticos no pierden de vista que están cautivos del sentir de los electores, y no trepidan en aprobar lo que lleve a sus afectos. El atajo es el populismo, que, como toda adicción, es fácil de adquirir y sacrificado salir de su maleficio.
Cuando el Presidente socialista Hollande bajó su popularidad a un indigno 12% entendió que sólo abriéndose a una mayor libertad económica su gobierno podía recuperar su potencial de crecimiento. El ministro de finanzas griego Varufakis tuvo que rendirse ante la evidencia que su país, con los excesos de la mal llamada economía del bienestar, había empobrecido su PIB en 25%, cifra igual de cruel para su desempleo. El país había vivido de los préstamos blandos de la Eurozona. Hasta sus contribuyentes habían optado por la inescrupulosa vía de una crónica morosidad. Finalmente, la Unión Europea instó al gobierno pseudosocialista-marxista a ser “lógico y no ideológico”.
En Chile ha habido ciertos excesos del sector privado a un relativo costo menor del ciudadano-consumidor y de la fe pública. Olvidándose de que lo han realizado con sus propios recursos y que, en lo esencial, esas empresas continúan proveyendo sus productos en una relación precio-calidad atractiva y lejos de llegar al desabastecimiento. Sin embargo, con los recursos de todos los chilenos —particularmente con el 18% de los que tributan directamente, los que pagan IVA y un gran resto de los que compran bencinas y cigarrillos carísimos por impuestos específicos—, nadie nos da explicaciones ni tampoco se los persigue con el rigor de la ley, cuando es el Estado el responsable de velar por nuestros recursos. Concretamente, tres de cada diez licencias médicas son falsas o fraudulentas y generan una desproporcionada pérdida de US$ 300 millones anuales al sistema de salud, provocando un pernicioso relajo en la sociedad. El mal hábito del ausentismo, de 16,8 días al año, contrastado con el promedio de la OCDE, que es 40% menor.
Un macizo avance contra la pobreza, por no decir espectacular, logró la administración de Piñera, cuando un millón doscientas mil personas dejaron la pobreza, dado el crecimiento económico y de los sueldos, y la focalización del gasto público hacia los más pobres con racionalidad, y una lógica de mercado protagonista, por medio de los múltiples espacios al sector privado. Por razones éticas y económicas, combatir la pobreza debe continuar siendo la prioridad.
Confusas señales políticas y económicas, agravadas por un programa de gobierno que ha demostrado sus inconsistencias y limitaciones a la libertad, están perjudicando la inversión reflejada en la sintomática pérdida de confianza de los consumidores. Sin incentivos adecuados ni reglas claras, difícilmente habrá un crecimiento mayor y sostenido, lógicamente.