Un nuevo despegue
Por Javier Silva
Ciudadano Austral
Por Javier Silva
Ciudadano Austral
Los acontecimientos de los últimos meses relacionados con la vida pública en Chile hacen necesario reflexionar en torno a la evolución de la institucionalidad de nuestro país. Últimamente se ha escrito sobre el distanciamiento de la clase política respecto de la ciudadanía, un cliché que no deja de tener razón.
Al conversar con cualquier emprendedor, uno se da cuenta de que ellos quieren menos papeleo para iniciar sus negocios, pagar menos impuestos y tener menos trabas para llevarles el pan y darles una buena calidad de vida a sus hijos. Por su parte, la clase política ha estado empecinada en hacernos creer que aumentando el número de políticos a sueldo —ya sea en el Congreso u ocupando lugares en nuevos ministerios— se solucionaría esta apatía ciudadana. Ese crecimiento de la burocracia deviene en el clientelismo, un mal no sólo de la política chilena, sino que latinoamericana. De ahí que no debamos sorprendernos por los casos de corrupción conocidos en Chile y en los países de la región.
Una sociedad libre y responsable implica escepticismo ante el poder, mirarlo con recelo y ponerle límites. Latinoamérica va en sentido contrario, Chile se ha contagiado de la fiebre populista y estatista, la que no deja espacio a la iniciativa individual, considerando a las personas como entes que no tienen capacidad para tomar sus propias decisiones y hacerse responsables por sus actos.
Creer en el individuo es tener la convicción que el uso de su capacidad creadora es la mejor herramienta que posee para encontrar las soluciones a sus problemas, sin necesidad de coacciones o privaciones provenientes de agencias gubernamentales. La razón individual, la cooperación voluntaria y espontánea con otras personas permite mejores estadios de calidad de vida.
Hace cuatro décadas se crearon instituciones que estaban centradas en la libertad e iniciativa individual, el puño del Estado dejó de asfixiar para dejar hacer a las personas, siempre con reglas claras y sin favoritismos. Esas instituciones hoy están maltrechas, casi muriéndose, pero son las que debemos desempolvar porque permitirán que Chile no desvié el rumbo y no caiga en la pandemia de Latinoamérica.