Un WhatsApp desde el infierno
Por Eduardo Arriagada
Por Eduardo Arriagada
Desde el lunes pasado, varios diarios europeos han estado publicando en capítulos un relato escalofriante y necesario de la experiencia vivida por un grupo de periodistas capturados en Siria hace un año y retenidos en el principal centro de detención del Estado Islámico.
Y en medio de la conversación, en torno a la violencia sin sentido que tristemente tomó actualidad esta semana con el “yihadismo” en Túnez, llegué a conocer detalles sin publicar de una historia que demuestra el poder de las redes en medio, incluso, de esta barbarie.
Para comenzar hay que imaginarse el día a día de los corresponsales en Oriente Próximo. Capturados durante 6 meses en una prisión cerca de la frontera con Turquía, en donde el Estado Islámico los tiene como rehenes, imitando Guantánamo con overoles naranjas.
Por otro lado pensemos en los captores. Los tres encargados eran conocidos como “The Beatles”, por su costumbre de golpear (to beat) sin razón alguna.
Todos aislados. Secuestrados y secuestradores pasan los días atrapados, sin lo básico, y en una tensión constante. Los capturadores saben que sin imágenes no hay repercusión. Por lo que se sirven de las redes para impactar con imágenes escalofriantes.
Pero en medio de esta rutina tediosa y sin sentido en la que gobiernos y familiares buscar la manera de encontrarlos, llega un WhatsApp. El resultado de un mensaje de una compañera de facultad de uno de los periodistas que en su empeño por comunicarse con él le escribe: “amigo, animo, serenidad, que Dios y la energía del amor de los que te queremos lleguen hasta ti”.Y lo hace sin esperanza de recibir respuesta, solo animada por la remota posibilidad de que llegara al compañero la fuerza que da el cariño. Contra toda lógica, un yihadista responde.
Lo que no calculó el terrorista es que en las redes sociales no solo es el mensaje lo que enviamos, también viaja información sobre los localizadores que tienen los dispositivos móviles. Se obtuvo la ubicación del centro de detención cuando alguien bajó la guardia, cuando se hizo irresistible dejar pasar el contenido espontáneo de un WhatsApp.