Villarrica: turismo y planificación urbana
Por Francisco Maturana Miranda
ICHEM, U. Autónoma
Por Francisco Maturana Miranda
ICHEM, U. Autónoma
La explosión del volcán Villarrica nos recordó que la naturaleza está presente. Lamentablemente, olvidamos muy rápido las lecciones aprendidas. El riesgo frente a eventos naturales extremos está directamente vinculado a cómo la población ocupa el territorio. En este sentido, debatir la situación de Pucón resulta relevante.
Dicho territorio posee al menos 22.000 habitantes, de los cuales el 70% reside en el centro urbano. Con dos zonas seguras y tal tamaño de población, una emergencia sería relativamente sencilla de abordar. Sin embargo, ¿qué hubiese sucedido si la erupción ocurriera a principios de febrero, cuando la población flotante en la ciudad es al menos de 100.000 habitantes más? Posiblemente, las dos zonas seguras colapsarían, las vías de acceso y salida de la ciudad quedarían completamente colmadas por vehículos desplazándose. Caos generalizado. Si sumamos una erupción de mayor envergadura, los lahares podrían haber generado el corte de los puentes Correntoso y El Turbio. Ambos son las únicas dos vías de acceso a la ciudad, lo que hubiese generado un aislamiento terrestre con características insospechadas.
A partir de lo anterior, nace una segunda interrogante: ¿cuál es la normativa y qué instrumentos de planificación territorial se han aplicado en el espacio que apunten a abordar lo señalado? Si consideramos que en la actualidad existe un desarrollo inmobiliario explosivo en las proximidades del centro urbano, la respuesta no es alentadora.
Esta erupción fue un llamado de atención de un desastre que, sin duda, pudo ser mayor. Nuestras autoridades deben estar conscientes de ello. No se trata de restringir la actividad turística, pero sí planificar y comprender que existe un “límite”, tanto para la construcción como para la población flotante que pueda estar gozando del turismo. Pucón ya está localizado en ese espacio. Negar su presencia o cuestionarla es olvidar la resiliencia que tienen los centros urbanos a su existencia y la identidad de sus habitantes por vivir en él (no olvidar Chaitén o la zona del borde costero del Biobío). Urge que tanto el sector público como privado tomen conciencia de esta situación. Sumado a la población, la cual también tiene una responsabilidad: no fomentar una demanda inmobiliaria, que por lo demás, expone su propia seguridad.