Yo no soy mafioso
Por Fernando Balcells
Por Fernando Balcells
“Nos han tratado como si fuéramos la mafia… y yo soy un gran empresario”. Hay que tranquilizar a Carlos Eugenio Lavín. Ambas condiciones no son excluyentes ni necesariamente convergentes. Nadie puede desconocer que hay nobleza y emprendimiento en la mafia. La mafia es más y a veces menos que su imagen cinematográfica. Mafia es lo que sucede en la economía cuando no hay Estado, y en la sociedad en los vacíos del mercado. La mafia es esencialmente un sistema de complicidades y jerarquías fuera del mercado y del Estado. Son sociedades de vínculos fuertes basados en la donación y en la adversidad compartida. La complejidad del honor entre mafiosos no se limita al silencio y es lo que distingue a esas organizaciones de bandas de hampones sin mayor arraigo.
Históricamente, las mafias se constituyen como organización de defensa de un grupo desplazado del poder. Resguardadas por antiguos códigos, en cada secta amenazada se incuba el germen de una mafia. En todo gueto o comunidad oprimida, en todo mecanismo de colusión y en cada sistema autorreferencial anida una Cosa Nostra.
El caso Penta-UDI refleja complicidades blandas más propias de tramposos que de mafiosos. Los ingredientes están presentes, pero el juego democrático impide el pleno desenvolvimiento de la cultura de una mafia. La UDI enfrenta una vacilación sistémica entre las verdades que le han sido confiadas en su mito fundador y la obligación de relativizarlas para participar en la democracia. El tamaño tiene el costo de la inocencia perdida. Penta por su parte, es un alegre emprendimiento de oportunistas, con un fuerte sentido de la obligación por el favor y una familiaridad con el poder como la que se tiene con un inmueble. Penta es el rostro algo cómico de una red fáctica discreta, expuesta súbitamente al escarnio público.
Fácticos y mafiosos se diferencian en la densidad de sus códigos de honor, pero se asemejan en la contracultura que los nutre. De ella viene la buena conciencia que acompaña sus actividades delictuales -y que incluye la ignorancia del delito-. Asistimos a la apertura al público de la forma en que opera la reserva en la adhesión a la democracia y a una serie de brechas en las que permanecen operativos los valores de la élite, desplazada hacia el delito.