¿De quién es la empresa?
“Las empresas que ignoran los derechos de terceros caen con mayor frecuencia en irregularidades”.
Un tema importante que subyace a discusiones actuales es la naturaleza de la empresa: qué derechos tiene el controlador, trabajadores y partes interesadas; qué grupos de intereses —incluyendo el Estado— se ven afectados, cómo afecta en la confianza, etc.
Tres casos de relevancia son, primero, financiamiento de la política: ¿quién decide cuánto, cómo y a qué candidatos hacer contribuciones y en nombre de quién? En el caso de una empresa personal, hay pocas dudas. Pero, ¿qué hacer con accionistas minoritarios que pueden tener opciones distintas del controlador? Más de fondo: ¿por qué una empresa tiene derecho a financiar campañas? Segundo, reforma laboral: ¿qué derechos tienen trabajadores y sindicatos dentro de la empresa? ¿Por qué existe el derecho a detener actividades si las máquinas e infraestructura pertenecen a la empresa? ¿Hasta dónde se extiende este derecho? Finalmente, reforma energética: ¿qué derechos tienen las comunidades sobre los proyectos? ¿Debe la empresa establecer mecanismos de participación con ellas?
El mundo moderno exige una visión más amplia de la gestión que entregue sustentabilidad a la empresa. Eso no se logra con una mirada exclusiva del derecho de propiedad, porque la propiedad de los activos no significa que terceros interesados no tengan derechos y sean irrelevantesOJO.
Las empresas que ignoran los derechos de terceros caen con mayor frecuencia en irregularidades. Dado que no hay contrapesos a las decisiones de sus dueños, son más conflictivas con sus trabajadores y las comunidades circundantes, por lo que su productividad es menor. La gestión empresarial moderna traslada su atención desde los accionistas (un enfoque de shareholders) a uno que equilibra sus intereses con otros grupos de interés (stakeholders).
En el siglo XXI, las empresas exitosas son aquellas que logran este último balance de manera flexible, inteligente, creativa. Así, llamó la atención que un dirigente del comercio, P. Corona, señalara el viernes a La Segunda (P. 26) que “los empresarios nos debemos a los clientes y no a los empleados”. Los clientes son stakeholders importantes, sin duda. Pero, ¿por qué negar la relevancia de los empleados como stakeholders? Es un mal enfoque, reduccionista y de corto plazo.
La agenda de reformas de financiamiento de la política, de relaciones laborales y de desarrollo energético reposa en una visión de la empresa que, reconociendo el derecho de propiedad, recuerda que hay grupos de intereses cuya relevancia es importante para el desarrollo y la legitimidad social de la empresa privada.