Tener paciencia
“El corto plazo autoimpuesto por el Gobierno camina por la delgada línea entre la eficiencia y la premura”.
Primero estalló el caso Penta en septiembre del año pasado. Después fue el destape del de Caval en febrero y, posteriormente, se han incrementado, de forma paulatina, los implicados que el caso Soquimich ha dado a conocer. La desconfianza en la clase política se disparó por parte de la ciudadanía. Dos luces de alerta: el ex contralor, Ramiro Mendoza, declaró al retirarse: “No podemos cerrar los ojos, la corrupción ha llegado a Chile” y el fiscal nacional, Sabas Chahuán, dijo en su cuenta pública: “Chile no es un país corrupto, pero sí existen corruptos que perseguir penalmente”.
Para resolver la creciente desconfianza, la Presidenta, en tiempo récord, creó un consejo asesor contra los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción, encabezada por Eduardo Engel, que tuvo la misión de proponer un nuevo marco legislativo para prevenir futuros abusos en la relación entre negocios, política y el servicio público. La comisión, creada el 10 de marzo, dispondría de 45 días para evaluar la situación del país y entregar sus propuestas.
Luego de un mea culpa en cadena nacional, la Presidenta revisó, en cuatro días y completa reserva, el diagnóstico y las propuestas brindadas por este claustro asesor. A partir de lo que reflexionó esos días con los resultados en mano, determinó nuevamente un plazo de 45 días para la aprobación de una serie de medidas recomendadas por la comisión para robustecer el ejercicio de la probidad.
Si todo resulta según los requerimientos de la Presidenta, desde el estallido del primer caso de corrupción hasta la promulgación de todo un nuevo sistema de leyes para resguardar la transparencia, la probidad y la recta relación entre el dinero y la política, habrá transcurrido menos de un año. A primera vista, la rapidez con que se abordaría el problema se ve como una excelente noticia. Sin embargo, este corto plazo autoimpuesto por el Gobierno camina por la delgada línea entre la eficiencia y la premura.
Cuando se está en juego la regulación que pretende asegurar en el futuro algo tan delicado como la transparencia y el recto funcionamiento de la relación entre los actores políticos y el dinero de privados, las decisiones presidenciales urgentes tendrían bien recordar uno de los mandamientos del “Decálogo del abogado”, elaborado por el jurista uruguayo Eduardo Couture: “Ten paciencia: el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración”.