¿Gabinete para el cambio?
“Lo que la ciudadanía espera no es un listado de reformas conseguidas a cualquier costo”.
Nada más exótica que la intención de algunos de ligar la salida del ministro Peñailillo a su origen social. Será éste un país clasista, pero el ministro fracasó, en primer lugar, por un mal diseño político del Gobierno que terminó arrastrando a todo el equipo de La Moneda, basado en la subordinación total al poder presidencial. Añádase a ello su falta de experiencia en ligas mayores, la poca habilidad que tuvo para enfrentar conflictos como el caso Caval y, por último, la imposibilidad de entregar una buena explicación de cobros suyos ligados a SQM, que, todo indica, habrían contribuido al financiamiento de la precampaña de la Presidenta Bachelet. En eso, seamos justos, terminó siendo el pato de la boda.
Hay dos nuevos ministros que pueden significar efectivamente un cambio en el rumbo del Gobierno: Jorge Burgos en Interior y Rodrigo Valdés en Hacienda. Ambos tienen una trayectoria más cercana al espíritu de la antigua Concertación, sin ser de “la vieja guardia”.
Burgos se salva de ello sólo porque no ha estado, hasta ahora, en la primera línea de la conducción política. No obstante, empezó en los noventa como jefe de gabinete de Enrique Krauss, luego fue subsecretario del Interior, ha sido parlamentario varios períodos, incluso fue embajador, además de haber estado en cargos de dirección de la Democracia Cristiana.
Rodrigo Valdés, por su parte, no será muy conocido para la opinión pública, pero quienes conocen su trayectoria saben que su visión económica tiene más que ver con el crecimiento con equidad que con la igualdad a cualquier precio.
El nuevo gabinete deberá sortear la tensión entre la obsesiva meta de “cumplir el programa” o ajustar el programa al avance del país. El éxito de este gobierno no se medirá por el cumplimiento de todos sus compromisos. Por lo demás, desgraciadamente, hizo demasiadas promesas de reformas “estructurales”, y un mínimo de realismo demuestra que —si se quieren hacer bien— no todas se podrán lograr. Sin embargo, lo que la ciudadanía espera no es un listado de reformas conseguidas a cualquier costo. Lo demuestran las encuestas, lo que la mayoría de los chilenos anhela es que sus vidas progresen, que su esfuerzo sea reconocido y recompensado y que Chile crezca. Espera que sus dirigentes sean honestos, que no existan privilegios ni abusos de los poderosos. Detesta la injusticia.
Por eso, la primera tarea de este gabinete tiene que ver con obtener una legitimidad que le permita impulsar los cambios políticos necesarios que garanticen una adecuada institucionalidad de la política. Esa es la tarea principal. Para ello, las nuevas autoridades deben no sólo ejercer una gestión proba, sino también hacer un reconocimiento explícito de las irregularidades cometidas en el financiamiento de las campañas, dar las excusas correspondientes a la ciudadanía y abocarse con coraje a encarar esta situación. Sólo así sabremos si éste será un cambio de gabinete más, o un gabinete para los verdaderos cambios que el país está esperando.