Segunda mirada: El rey que murió de piojos
Por Teresita Clark H. Es común que en la vuelta a clases los niños se peguen piojos. Hay algo en el PH de los niños y el hacinamiento escolar que los hace propensos a contagiarse año a año y a provocar grandes epidemias de pediculosis. Pero es sabido, y comprobado por la sabiduría popular, que […]
Por Teresita Clark H.
Es común que en la vuelta a clases los niños se peguen piojos. Hay algo en el PH de los niños y el hacinamiento escolar que los hace propensos a contagiarse año a año y a provocar grandes epidemias de pediculosis. Pero es sabido, y comprobado por la sabiduría popular, que en los adultos, los piojos salen por pena.
Quizás una gran pena inundaba a Felipe II, conocido como Felipe el Prudente, rey de España desde 1556 hasta su muerte 42 años más tarde. Se dice que una severa infección de pediculosis le chupó la sangre hasta la anemia que terminó con su vida.
Pero antes de los piojos, Felipe el Prudente se negó a que se escribieran biografías suyas en vida y cuando estaba en su lecho de muerte ordenó que toda su correspondencia fuera quemada. Por lo tanto, no hay muchas fuentes creíbles donde apoyar la tesis de su muerte por piojos. Nunca sabremos si fue cierto o si fue un rumor esparcido por la baja popularidad entre sus súbditos.