Bajar expectativas: más vale tarde
“Un mínimo de realismo político evidenciaba que reformas no estudiadas generarían colapso”.
Un paso importante han dado algunos ministros y dirigentes de la Nueva Mayoría al sostener públicamente que no será posible cumplir el programa comprometido. “Tenemos que tener el coraje de decirle a la ciudadanía que, con las actuales condiciones económicas, no le será posible al Gobierno hacer todo lo que hubiéramos querido, y vamos a tener que priorizar e implementar gradualidad”. Esas fueron las palabras de la Presidenta del Partido Socialista, senadora Isabel Allende.
Lo interesante es que lo dijo ante el Comité Central de su partido, que el vocero de Gobierno, Marcelo Díaz, expresó lo mismo y que uno de los puntos de la declaración final del Pleno usa los términos “priorizar” y “gradualidad” para referirse a las reformas que vienen. Es una buena noticia, porque aquello que han señalado otros, como el ministro Burgos ante Icare o el propio Camilo Escalona, que perdió la elección interna, es adoptado por el partido de la Presidenta.
Se podría argumentar que el problema no tiene que ver principalmente con la situación económica, sino con el hecho de haber convertido el Programa de Gobierno en dogma intransable para la Nueva Mayoría y en un frenesí legislativo. Un mínimo de realismo político hacía evidente que abrirse hacia tantos frentes simultáneamente, en áreas tan complejas, con reformas estructurales que no estaban estudiadas previamente ni fundamentadas en un adecuado diagnóstico, generaría el colapso actual. Por lo tanto, la situación económica, incluso la crisis de credibilidad política, no vienen sino a agravar una mala estrategia para cualquier gobierno que quiera avanzar. La experiencia chilena y el Partido Socialista parecen haber aprendido la lección, y nos demuestran que las posturas maximalistas pueden terminar siendo regresivas en vez de progresivas.
Lo cierto es que se requerirá de liderazgo y de un acuerdo político capaz de aunar este criterio dentro de la Nueva Mayoría y, luego, de un ejercicio pedagógico para bajar las expectativas que se fomentaron con tanta irresponsabilidad.
Los paros y anuncios diarios de movilizaciones, especialmente de docentes y estudiantes, no son casualidad. Se les prometió demasiado y han estado en la lógica del todo o nada, con apoyo de sectores del propio Gobierno.
Para hacer efectiva una estrategia que prioriza e implementa la gradualidad, se requiere con urgencia una carta de navegación para los próximos años. Una agenda definida y con costos bien calculados. La mayoría de los ciudadanos está esperando esa claridad. Aún es tiempo y más vale tarde que nunca.