Bicicletas y planificación vial
“Haber que ver si estas modificaciones sirven para lograr la armonía en las calles, o si se requiere una revisión completa a la Ley del Tránsito”.
Como el perro y el gato ha sido históricamente la relación entre ciclista y automovilista en las calles del Gran Santiago. Los últimos años, el fomento a la bicicleta provocó que su uso se duplicara entre 2001 y 2014, pero también que se subieran a la vereda, provocando otra mala relación: ciclistas y peatones.
Movimientos como los “Peatones Furiosos” han surgido para paliar homólogos, como los “Furiosos Ciclistas”. Y entre tanta furia y rivalidad, por fin surge una luz al final del túnel que promete paz entre estos bandos rivales que comparten el mismo espacio.
La Segpres resolvió enviar un proyecto de ley al Congreso que modifica la Ley de Tránsito con el fin de regular este masivo incremento de la bicicleta como medio de transporte en la ciudad, y de esa forma lograr que tanto automovilistas como peatones y ciclistas sean capaces de compartir las vías, a través del respeto mutuo y las normas que le darán a cada cual su espacio.
Entre las modificaciones de este proyecto se encuentra rebajar de 60 a 50 kilómetros por hora la velocidad máxima para vehículos en las calles, una norma, cuando menos, ilusa para una ciudad colapsada. Otra modificación importante es que las ciclovías tendrán que pasar por una certificación, y cuando se determine que la ciclovía es muy mala, el ciclista podrá transitar por la calle. Una norma que delata la carencia de un plan de construcción vial que resuelva de fondo el tema de las bicicletas como medio de transporte en la ciudad.
La esperanza de los santiaguinos está puesta en el buen funcionamiento de una normativa que regule correctamente la seguridad vial. Habrá que ver si estas modificaciones sirven para lograr la armonía en las calles, ciclovías y veredas de la capital, o si se requieren cambios más profundos, como una revisión completa a la Ley de Tránsito.
Por lo pronto, la ciudad crece y todos los que se mueven por ella tendrán que acostumbrarse a las adaptaciones que vayan surgiendo a medida que se vuelve cada vez más intransitable. Son los efectos que provoca la carencia de una planificación urbana central a largo plazo. Así, en su momento, el fomento al automóvil vino de la mano con el colapso de las calles. Luego el fomento a la bicicleta sin regulación con patentes ni ciclovías llevó el peligro a las veredas, y por último, hoy, el fomento al transporte público cuando el Transantiago aún intenta recuperarse de su error de planificación, que de paso colapsó el Metro, se pretende solucionar con vías exclusivas en una ciudad diseñada de otro modo.