Clima negativo
En lugar de recordar la heroica gesta de Arturo Prat, en mayo el ambiente del país se tiñó de pesimismo. La confianza en las instituciones, incluida la Iglesia Católica, es bajísima. Esto sucede porque el engaño, el interés materialista y la búsqueda del poder se han instalado en las instituciones. Algunos de quienes actúan en […]
En lugar de recordar la heroica gesta de Arturo Prat, en mayo el ambiente del país se tiñó de pesimismo. La confianza en las instituciones, incluida la Iglesia Católica, es bajísima. Esto sucede porque el engaño, el interés materialista y la búsqueda del poder se han instalado en las instituciones.
Algunos de quienes actúan en el mundo público no lo hacen con honestidad.
Nuestro mundo no vive el clima pesimista y nihilista post Primera Guerra Mundial, ni el optimista de los años cincuenta y sesenta, pero el afán inmoderado de poder y de riquezas se apoderó de amplios sectores de la sociedad, y de este modo la espiral materialista y la reducción de la felicidad social y personal a lo meramente material, sin recurrencia a los valores espirituales y morales, se fue apoderando del mundo.
Ex comunistas son dueños hoy de la riqueza de la ex Unión Soviética. Dictadores del Medio Oriente son los amos de esos países. Las dictaduras de diversos cuños permiten el enriquecimiento de algunos.
Nos hacen falta profetas cívicos que llamen a una restauración moral y a una apertura de los valores del espíritu que nos enseñen a llamar al bien por el bien y al mal por el mal, a ser honestos y tener más como deber que como privilegio el servir al país. Lo mismo en el plano de la gestación de riqueza y empleo, pues ahí y en todo lo que debe primar es el bien común por sobre el particular.
Es de esperar que la buena idea de reintroducir la educación cívica vaya unida a la enseñanza de la doctrina social de la Iglesia, que las jóvenes generaciones sean formadas en el sentido de la verdad, del servicio, de la sobriedad y de los valores del espíritu, como lo fue Arturo Prat, que no trepidó en ofrendar la vida misma por su país y que todo lo que buscó en su vida fue ser un honesto y correcto ciudadano, amén de padre óptimo y leal marido, viviendo en una sobriedad cuasi espartana.
Qué lejos estamos del ejemplo del Presidente Aníbal Pinto Garmendia, que al dejar la primera magistratura era tan pobre que sus amigos tuvieron que buscarle un trabajo y ayudarle a sobrevivir.