Cosismo intelectual
Por Francisco Belmar Orrego
Investigador Fundación para el Progreso
Por Francisco Belmar Orrego
Investigador Fundación para el Progreso
Hace tiempo que en Chile se habla de la batalla cultural. Se nos ha dicho que las ideas hoy, más que nunca, son de gran importancia y se ha instalado la seguridad de que es el pensamiento el que salvará a los partidos y a la política de la crisis de legitimidad que vivimos hoy.
En el escenario político, la izquierda ha mostrado las heridas de esa crisis en la aprobación al Gobierno. Esa imagen de improvisación que se muestra con cada crisis comunicacional es hija de la ignorancia. Todos quienes apoyan y aconsejan a la Presidenta creen entender a la ciudadanía, pero sus esfuerzos chocan contra la realidad de un país que parece haber cambiado.
La derecha tiene sus propios conflictos. Los intelectuales del conservadurismo continúan intentando romper el muro del “cosismo”, mientras los políticos les piden que se cuadren y eviten la gimnasia crítica. Según ellos las ideas están, pero falta venderlas mejor.
Ambos casos nos dicen exactamente lo mismo. La clase política no cree en las ideas que profesa. El caso de la derecha es más evidente, pero es un problema que ha llegado incluso a los salones del Palacio de Gobierno. Como la reflexión se ha vuelto un recurso escaso, se ha convertido en una especie de Santo Grial que nos permitirá, si lo recuperamos, sobrevivir a la tormenta.
El problema es que las ideas en sí mismas no tienen valor. Este proviene de aquellos que las atesoran. Como los bienes, se pueden vender incluso si son falsas, pero hasta el mejor vendedor se sentirá seguro si está ofreciendo un producto de buena calidad. De este modo, la transparencia resultante de la circulación de información a través de los medios obliga a los políticos a creer en sus propias ideas si quieren que se transformen en votos.
He ahí el problema. Cuando se habla del valor de la cultura y del valor del conocimiento y las ideas, generalmente se está hablando de instrumentalizarlas. Nada podría ser peor que eso, porque lo que se instrumentaliza no es duradero. Para crear cultura se requiere paciencia, pero sobre todo convicción en el ideario que se promueve. Esto está sucediendo en la izquierda, por medio de la integración de grupos que buscan crear esa nueva cultura. La derecha, en cambio, sigue pensando cómo vender las ideas. Ha pasado del cosismo electoral, al cosismo intelectual.