El dilema de La Moneda
Por Sergio Muñoz Riveros
“Es valioso que Isabel Allende, presidenta del PS, haya hecho un aporte al realismo”.
Por Sergio Muñoz Riveros
No es claro el sentido del nombramiento de Nicolás Eyzaguirre como ministro de la Segpres. Sus desatinos e improvisaciones en el Mineduc fueron descomunales. Efectuó un mal diagnóstico sobre las prioridades de la reforma educacional, perdió tiempo en diálogos estériles y les hizo caso a los asesores equivocados, como resultado de lo cual le ha dejado una pesada herencia a la nueva ministra. Que además se vaya en medio de un paro de profesores casi parece fuga.
¿Tiene base la especulación de que Eyzaguirre, debido a su amistad con la Presidenta, se convertirá en el hombre fuerte del Gobierno, desplazando así a Jorge Burgos, jefe del gabinete? Eso sólo sería posible si la Mandataria lo avala y Burgos lo permite, y constituiría por cierto un error garrafal. Es demasiado espeso el escepticismo sobre la suerte del Gobierno como para generar nuevas confusiones, las cuales finalmente podrían impedir que este gabinete consiga ordenar las prioridades y establecer sólidos acuerdos nacionales. ¿Alguien se imagina lo que sería una nueva crisis de gabinete?
Es valioso que Isabel Allende, presidenta del PS, haya hecho un aporte al realismo. Si el Gobierno se desliza inevitablemente hacia el fracaso, el PS pagará, con razón o sin ella, un alto costo. Al revés, si el Gobierno consigue mejorar su desempeño y muestra al final un balance aceptable, el PS podrá reclamar parte del mérito. Lo decisivo es actuar ahora para que las cosas terminen lo mejor posible.
Los esfuerzos del ministro Valdés en favor de la reactivación económica han sido ampliamente valorados, pero los factores de incertidumbre, especialmente en el empresariado, sobrepasan el campo de acción de Hacienda: ¿se corregirá o no la reforma tributaria?; ¿se mejorará o no la reforma laboral?; ¿se despejarán o no las dudas sobre el “proceso constituyente”? Todo ello exige definiciones inequívocas sobre el rumbo del Gobierno.
El dilema de La Moneda puede sintetizarse así: cumplir el programa a rajatabla o gobernar con los pies en la tierra. Lo segundo implica descartar determinadas iniciativas (por ejemplo, la desmunicipalización de los colegios, que sólo acarreará enredos y pugnas inútiles), y en cambio concentrar los esfuerzos en aprobar los proyectos de probidad y transparencia, mejorar el sistema público de salud, adoptar un plan eficaz contra la delincuencia y elevar la calidad de las escuelas municipales antes de que se queden sin alumnos.
La Presidenta necesita optar por una hoja de ruta que le dé confianza a la mayoría del país, o sea lo contrario de seguir invocando la majestad del programa. No hay espacio para nuevos experimentos. Ello supone actuar con sentido de las proporciones, porque no hacerlo implicará cruzar el punto de no retorno.