Estándares y conductas
“¿Qué hacer cuando las conductas inmorales, según el estándar de hoy, son legales?”
La renuncia de Insunza a la Segpres confirma la irrupción de un nuevo estándar moral en la política chilena. Pero sobre todo, interpela a todos a ajustar sus comportamientos pasados a un código ético que recién hoy tiene vigencia social, lo que genera un cuadro de desajuste conductual mayúsculo.
Del mismo modo en que no es razonable interpretar el pasado a partir de los parámetros de hoy (bien lo saben los historiadores cuando emplean categorías anacrónicas para dar cuenta de un tiempo distante), es peligrosamente irrealista persistir en una interpretación de lo que hoy existe, pero que ya fue.
Más graves son las preguntas que este caso provoca. ¿Qué hacer cuando las conductas inmorales, según el estándar de hoy, son legales? ¿Cómo enfrentar la hipótesis, en nada inverosímil, según la cual decenas de congresales no habrían ejercido de modo exclusivo su función de representación, sin percatarse de que sus dietas son de las más altas del continente? ¿Cómo explicar a un pueblo entero, cuya mitad ya no sufragó en la última elección, que aún vale la pena votar, que sí es posible mantener a raya los intereses privados, que se puede pensar en el interés común, que es imaginable un Chile hecho de iguales ante bienes esenciales, que el dinero nos está matando, que es injusto (por magnitudes económicas y tipos de intereses involucrados) el empate entre la centroizquierda y la derecha? Qué duda cabe: el desempate es inexplicable.
Sin embargo, en toda esta tragedia, hay también una deuda para la izquierda, que no es exigible a la UDI. Es chocante que instituciones y congresales hayan incurrido en corrupción ideológica, aceptando dinero de SQM: no de Ponce Lerou, sino de un apócrifo político de nombre Contesse, según se nos dice muy en serio, como si Ponce Lerou y la huella de Pinochet fuesen separables de la empresa.
Es cierto, la penetración del dinero privado en la esfera pública fue corrosiva, un exceso que muchos no vimos: de allí la necesidad de regular. Para ello, es crucial erradicar la influencia política mal habida por parte de lobistas formalmente de centroizquierda pero que, llevados a definiciones ideológicas, son de derecha. Estos lobistas se caracterizan por “comprar” influencia rescatando a políticos derrotados o caídos en desgracia, apostando a su resurrección. Es de ese modo, junto a otros en los que no quiero ni pensar, que un ex ministro secretario general de gobierno adquiere información, sin aportar nada relevante a cambio, salvo lo que Weber llamaba “bienes de salvación” (en este caso materiales).
Es inaceptable que tras el lobby se haga política, transfigurando el interés privado en interés general: esto es inmoral.