Fantasmas y autonomías
“Ansiedad de unos y temor de otros es una mezcla poco aconsejable para el clima de inversión”.
Desde dos puntos de vista, estamos en una fase crucial del desarrollo de Chile.
En lo económico de corto plazo, luego de casi diez años de boom minero y crecientes dificultades en el sector exportador, el cambio en las condiciones económicas mundiales ha depreciado el peso. Salvo por un impacto transitorio en la inflación, la depreciación ha sido indolora, pero debe ser seguida por un esfuerzo de inversión en los sectores exportadores no mineros. Esta reasignación de recursos influirá en el crecimiento de los próximos años. Este proceso no tiene hoy la fuerza necesaria.
En lo institucional de largo plazo, estamos construyendo un país que política, social y económicamente pretende ser inclusivo. La inclusividad es una demanda del pueblo chileno del siglo XXI. Si lo hacemos bien, Chile será más inclusivo que nunca antes en su historia. La demanda por inclusividad se caracteriza por la ansiedad y rabia de aquellos que quieren integrarse a la modernidad y temor de aquellos que, en términos relativos, pierden exclusividad.
Ansiedad de unos y temor de otros es una mezcla poco aconsejable para el clima de inversión que hablábamos. Contener la ansiedad de los que quieren integrarse y disipar los temores de quienes hemos vivido en condiciones privilegiadas —que algunos pueden sentir amenazadas— requiere que todos los actores jueguen un rol.
Así, es útil resaltar tres hechos recientes.
Primero, muchos quieren gratuidad hoy, pero su gradualidad es necesaria para la sustentabilidad de los logros sociales deseados. Segundo, los empresarios señalan que no ven “fantasmas”, sólo la realidad tal cual es. Sin embargo, comentaristas han señalado que vamos a la URSS. ¿No es esto un fantasma? La fuerza que ha tomado la discusión sobre derechos de propiedad —¿reflejo de un temor sincero o estrategia política para entorpecer el proceso?— sólo se entiende por “fantasmas”.
Finalmente, en la discusión macro de corto plazo el Banco Central identificó un efecto “autónomo” sobre la inversión que se relacionó con las reformas. Los análisis econométricos captan fenómenos gruesos, pero la interpretación fina debe hacerse con cuidado. ¿Hay un trade-off entre estabilidad macro y reformas? Algunos parecen quererlo. ¿Lo ven sinceramente o es otra estrategia?
La semana pasada se sugirió la necesidad de cuidar en algunas instituciones financieras su dependencia del financiamiento mayorista. Esa es una preocupación permanente de cualquier banco, pero no hay nada en la economía que sugiera que haya un cambio de entorno de financiamiento que no pueda manejarse ajustando algún precio. Chile tiene buen acceso a financiamiento externo, el Central tiene ojo avizor sobre liquidez bancaria y los bancos están en buena situación. ¿Necesitan alimento los fantasmas?