Futuro de una ilusión
Por Alfredo Joignant
“Si se quiere persistir en el reformismo radical, es importante distinguir entre el ritmo gradual del cambio y la naturaleza de lo que se quiere lograr”.
Por Alfredo Joignant
¿Es posible proseguir con el ritmo de las reformas, la generación de expectativas y los significados igualitarios que ellas suponen? La respuesta es no, por dos razones.
En primer lugar, porque resulta problemático profundizar los cambios políticos y sociales comprometidos con profundos niveles de desaprobación presidencial, niveles desconocidos de desorden coalicional y una desconfianza de clase media y popular inquietante.
En segundo lugar, porque no existe un concepto claro, ni menos un sello que organice el comportamiento colectivo del gobierno y le otorgue sentido a sus políticas. Si un selenita aterrizara en Santiago y me pidiera resumirle con un puñado de palabras el significado de las reformas impulsadas por el gobierno, sería incapaz de hacerlo. Para convencerse, basta con comparar el trabajado sello del primer gobierno de la presidenta Bachelet (un “Estado social de derechos”) que, con todos sus límites de época sí hacía sentido, y el admirable ánimo reformista de la actual administración pero que carece de adjetivo y oración. Es una paradoja: nunca habíamos visto tan genuina voluntad presidencial por cambiar las cosas y sucumbir ante su propia crisis de pedagogía y significado.
Si se quiere persistir en el reformismo radical, es importante distinguir entre el ritmo gradual del cambio y la naturaleza profunda y carente de ambigüedad acerca de lo que se quiere lograr. Una distinción que supone un dibujo de sociedad posible y una justificación verosímil de lo deseable. Esa es la distinción que no ha sido abordada, y que ya es hora de formularla. Nada se saca con decir que este es un gobierno de reformas, puesto que son las propias reformas a las que hay que imputarles un significado. Tampoco se gana mucho con reivindicar un discurso igualitario, porque la alegada igualdad también requiere ser indexada a bienes fundamentales, y explicada: ¿es tan evidente que viviremos todos mejor en aquella sociedad de iguales en derechos que, a mí, me produce fascinación?
Estamos a una distancia sideral del mundo delirante que es imaginado por el historiador Jocelyn-Holt, quien ve en el presente “un paralelo” con la crisis de los años 20, recordando que siempre “hay salidas de mano dura con militares”. Histeria, desprolijidad historiográfica y comparaciones que carecen de método y control intelectual. Sin embargo, la crítica severa al historiador que se olvidó por un instante de su seriedad, no significa que exista claridad en la coalición gobernante.
Si el futuro tiene que ver con frenar, priorizar y sacrificar reformas, entonces no sólo hay que decirlo: hay que explicarlo. Es en la pedagogía que se juega el futuro de la ilusión de que otro mundo es posible: dar por sentado que todo el mundo entiende el presente y acepta sus restricciones, equivale a no tener conciencia sobre las consecuencias para el futuro de la centroizquierda.