Morir de frío
Por Karinna Soto Abarca
Chile Link
Por Karinna Soto Abarca
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Una de cada mil personas en Chile vive en la calle. No sólo duerme, sino que vive, sobrevive.
En la última semana, los familiares y amigos de seis personas recibieron un llamado que anunciaba la muerte de un ser querido. Habían muerto de frío. Este hecho insólito en Chile es un verdadero escándalo y un episodio inmoral de marca mayor inaceptable para todos quienes creemos que “en Chile nacemos todos libres, sin distinción de raza, credo…”, como afirma nuestra Constitución. Habría que partir la Asamblea Constituyente esta semana, pues es muy grave que alguien muera como consecuencia de tantas fallas en la arquitectura de nuestra sociedad.
Cada vez que tengo pena, rabia, desconsuelo, enfermedad o desamor hay alguien que me escucha, me acompaña e incluso me alienta con palabras bellas. ¿qué sería de nosotros si tras cada pequeño dolor cotidiano no hubiera alguien al otro lado?, ¿qué pasaría si después de semanas nadie me acompañara a recomenzar?, seguramente no sólo me quedaría sola, sino que también perdería mi trabajo, me enfermaría constantemente, dejaría de lado mis intereses y probablemente después de algunos años estaría haciendo una cama con los mismos cartones que cada noche sirven de abrigo a millones de personas en todo el mundo.
Aunque las tecnologías para temperar los ambientes han avanzado mucho nada puede reemplazar el calor humano. El placer de dormir con alguien que amas o de sentir su respiración nos remonta a una parte animal a la que hoy debemos apelar.
La única manera de no morirnos de frío no es encargar a las autoridades o a las organizaciones sociales una respuesta para semejante descalabro. La única manera es el calor que juntos podemos generar. Para no morirnos de frío hace falta que nos exijamos una manera más justa de tratarnos.
No puede ser que mientras caminamos por la calle con nuestros hijos de la mano no aprovechemos la oportunidad de un encuentro con alguien que vive en la calle para conocer su nombre, un poco de su historia sin reemplazar ese dolor incómodo por una moneda que sabe a limosna y jamás a una ayuda. No puede ser que esa persona que muere de frío no me recuerde todas las pequeñas historias de dolor que llevo en mi vida y decida mirarlas de frente para decir con esperanza que se puede recomenzar. Chile también puede hacerlo.