Política: un problema de comprensión
Por Hugo Eduardo Herrera
“Los políticos se están volviendo parte del problema”.
Por Hugo Eduardo Herrera
Pierde de vista el todo quien crea que la actual crisis política es cuestión sólo de dinero. La corrupción, allí donde la ha habido, ha sido facilitada por un deterioro previo de la política.
Hace tiempo que, de la izquierda a la derecha, campea una falta de comprensión política. Este no es un problema menor, sino fundamental: el problema político mismo. Respecto de él, los casos de corrupción son una expresión más.
En la política se trata de dar orientación, por medio de instituciones, a las pulsiones y anhelos del pueblo. No es demagogia, no sólo seguir encuestas, no pura emoción: es dar cabida y, también, orientación al pueblo.
Esta tarea ocurre entre dos extremos. Por un lado, la reducción de esos anhelos y pulsiones bajo ideas y programas abstractos. Aquí se ubica la manipulación política, el dogmatismo, el fanatismo. Por otro lado, el desasimiento de quien se queda mirando como al infinito, sin saber qué hacer (como la Presidenta desde hace un tiempo). A esto se lo llama romanticismo político. Ambos extremos pueden complementarse, sin que eso mejore las cosas.
Pasa que es entre ambos extremos, no en su combinación, que se encuentra la auténtica comprensión política: la que, sin manipulación, sino en diálogo, con intuición prospectiva eficaz en los anhelos y pulsiones populares, es capaz de darles orientación redentora a través de cauces institucionales.
Muchos de nuestros políticos se están volviendo ejemplo de incapacidad de comprensión política. Insisten en ideas abstractas. La izquierda, en “el programa” y su fetichismo estatista, bajo el cual cabe seguir avanzando hasta que la realidad cruja. En la derecha, el discurso de la Guerra Fría se resiste aún con fuerza.
De lado y lado han perdido capacidad comprensiva. Y esto es grave, pues la falta de comprensión importa que la vida política empieza a perder sentido para quienes actúan en ella. Entonces, sólo queda la “máquina”, y las delicias del poder y el dinero vienen a llenar el vacío. Entonces se expande la corrupción.
Los políticos se están volviendo parte del problema. ¿Dónde estará la solución? Salvo que alguien quiera encontrarla en una dictadura regeneradora o una revolución de los felices o en entrevistas televisivas melodramáticas, la solución se ve más bien difusa.
¿Dónde estará la solución? El primer paso, el insustituible, es reparar de nuevo en que la política consiste ante todo en comprender. Se necesita una mayor capacidad prospectiva, cercanía con el pueblo –en Santiago, “en provincia”– y articulaciones de ideas lo suficientemente sofisticadas como para volver a ofrecerle sentido a la situación actual. Parece ser, éste, un momento especialmente necesitado de políticos con mayores dotes intelectuales y de intelectuales con alguna vocación política.