¿Qué pasa con la derecha?
Por Ximena Ossandón I.
“Ponen el acento en la defensa de los pobres, como si fuera lo que marca la diferencia en la derecha renovada”.
Por Ximena Ossandón I.
La derecha ya empató. Ya nadie le cree a nadie. La Presidenta, que en un minuto fue incombustible, hoy se quema como pasto seco. La Nueva Mayoría está cabeza gacha, haciendo una introspección profunda para ver cómo salen del paso y los mejor intencionados estarán pensando en los próximos 50 años.
¿Qué le pasa a la derecha, que no es capaz de repuntar a pesar de lo alicaído de su rival? El descontento mostrado por las encuestas no se ha traducido en una automática adhesión a la oposición, porque la percepción de la gente no cambia tan fácilmente y no hemos sido capaces de plantearnos frente a los nuevos tiempos.
Históricamente, la derecha ha estado asociada al modelo capitalista, a la libertad, al orden, la autoridad y en las últimas décadas, a Pinochet. Se le atribuye ser la defensora de los empresarios, vistos como opresores de las minorías, y del lucro entendido como negociado. Para algunos, especialmente mis colegas políticos, esto es un lastre y hacen grandes esfuerzos por desmarcarse, poniendo en sus discursos el acento en la defensa de los más pobres y de la clase media, como si fuera la gran diferencia entre la derecha tradicional y la renovada.
Sin duda, el eje articulador de la derecha ha sido la libertad y el de la izquierda, la justicia. Por eso no se entiende una izquierda defensora los derechos humanos que no se pronuncia sobre Cuba ni Venezuela. Del mismo modo, no se entiende una derecha que no se pronuncie respecto a su relación con Pinochet y que defienda a brazo partido la libertad en el plano económico en contraposición muchas veces con la libertad individual.
No cabe duda de que la libertad y la justicia tienen un eje ético. Hay que buscar con urgencia el punto medio donde se alcance la mayor libertad junto con el mayor grado de justicia. No puedo dejar de preguntarme lo qué piensa la derecha de nuestro modelo económico, el cual produce efectivamente crecimiento, pero que no ha podido dar respuesta al tema de la desigualdad.
¿Será que el miedo nos tiene paralizados? Si la derecha tuviera conciencia de los recursos con que realmente cuenta para producir el cambio y así conseguir la adherencia de la ciudadanía, no andaríamos haciendo estupideces como escribir innumerables cuestionarios para interpelar a medio mundo. Estaríamos trabajando.
El tema no es cambiar los principios. Nuestro esfuerzo, como sector, está en volver a darles sentido en los nuevos tiempos. Debemos crear una nueva imagen desde nuestra propia identidad, y así llegar a tener un relato coherente con un eje conceptual arraigado en nuestra identidad. Debemos ser capaces de encontrar un concepto articulador que les dé coherencia a nuestras propuestas. Sólo así volveremos a ser la derecha que anhelamos y que Chile merece: unida con objetivos claros que apunten a un país donde la libertad y la justicia vayan de la mano.