Segunda mirada: Cuando el Aleph engordó
Por E. Risopatrón La paradoja resucitó en una demanda de la viuda de Borges hacia Pablo Katchadjian por presunto plagio y parodia de El Aleph, publicada bajo el título “El Aleph engordado”. Una demanda por parodiar a Borges, cuando el mismo Borges hizo de la parodia el bastión de su obra, es de una exquisitez […]
Por E. Risopatrón
La paradoja resucitó en una demanda de la viuda de Borges hacia Pablo Katchadjian por presunto plagio y parodia de El Aleph, publicada bajo el título “El Aleph engordado”. Una demanda por parodiar a Borges, cuando el mismo Borges hizo de la parodia el bastión de su obra, es de una exquisitez borgiana. Más aún, porque el propio Aleph ya estaba robustecido por la articulación de una infinidad de mitos robados a la literatura universal.
¿Y el gran Borges no es acaso un referente mítico de la literatura universal?. La nueva gordura del Aleph es sólo un pretexto para releerlo, pues ya era bastante gordo. Porque el Aleph es un engaño malintencionado, que funde un bagaje inconexo en los límites de la lógica. El mismo Borges se adelantó a este escollo y decidió resolverlo después de muerto, escondiendo, entre las líneas del mismo Aleph, lo siguiente: “Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía; estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable”.