Tenue esperanza
“Valdés navega en un mar complejo: gabinete sin estrategia, coalición desordenada y una Presidenta ambivalente”.
El ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, ha dado esta semana una señal clara de su realismo económico. En varios foros ha recordado, especialmente a miembros del mundo político, que el país está en una fase de desaceleración que exige una respuesta concertada y rápida. Valdés ha enfatizado que el crecimiento y la inversión están siendo afectados por el clima político. Ya no sólo por las reformas y su fragorosa discusión. Además, hay hecho un poco más objetivo y medible: las cifras que la economía nacional arroja, incluso después de un año de fuerte expansión del gasto fiscal, no dan para que el Ejecutivo siga orbitando ilusoriamente en torno a la idea de cumplir las promesas del programa de la Presidenta Bachelet.
Sus palabras han sido recibidas con tenue esperanza en los distintos gremios empresariales y entre especialistas económicos. Valdés también ha conseguido esta semana un apoyo significativo de un conjunto de senadores de la Nueva Mayoría que, como sucedió en la tramitación de la reforma tributaria del año pasado, suelen jugar un rol consensual y moderador. Se presume que este diagnóstico y estas primeras reacciones políticas den paso a un clima de entendimiento, el paso previo para restaurar las confianzas e impulsar la inversión y el crecimiento.
Sin embargo, no hay que negar que el ministro Valdés navega en un mar interior bastante complejo: gabinete sin estrategia, coalición desordenada y una Presidenta que se ha mostrado ambivalente: salvo un llamado a priorizar a sus ministros, no ha validado aún con decisiones y gestos el diagnóstico de Valdés.
Hay voces en todo el espectro público que esperan y alientan al ministro Valdés a empoderarse y forzar las decisiones al interior de La Moneda. Es mas fácil decirlo que hacerlo. Las ambivalencias presidenciales no son del todo reprochables. Aunque es completamente evidente que la economía se ha vuelto una prioridad urgente, cambiar el discurso presidencial desde un eje reformista a uno concreto y reactivador es riesgoso para ella. Especialmente para un Ejecutivo poco habituado a la impopularidad y las bajas expectativas económicas. La conflictividad de los gremios o sectores desilusionados por el realismo del Gobierno va a radicalizarse.
Se necesita una pizca de talento político y visión der largo plazo para hacer este giro sin generar una crujidera más grande que la que escuchamos. Esa no es tarea que pueda recaer sólo en Valdés. Y debe ser hecha con rapidez. La reactivación de la confianza y la economía no pueden esperar.