Testigos del compromiso ético
Por María Isabel Muñoz
Unión Social de Empresarios Cristianos
“El país requerirá, de parte de nuestra clase empresarial, un renovado compromiso por un actuar coherente”.
Por María Isabel Muñoz
Unión Social de Empresarios Cristianos
Mucho se ha hablado de la imperiosa necesidad de recomponer las confianzas, mal endémico y transversal, que afecta a varios sectores de nuestra sociedad, incluida la empresa, que enfrenta el desafío de revertir esta tendencia, reorientando con un enfoque moderno y sostenible aquellos aspectos clásicos de administración y el viejo estilo de liderazgo en el desarrollo de negocios, con eminente sesgo economicista.
Para transitar de un primer estado de asombro e indignación al compromiso real, el país requerirá, de parte de nuestra clase empresarial, un renovado compromiso por un actuar coherente. Consistencia entre lo que se dice y se hace, como condición para recuperar la credibilidad y construir mejor reputación. Esto implica apuntar a lo esencial, a los valores y convicciones, desarrollar una nueva competencia: la pasión por el compromiso ético, sin perder de vista la huella del sentido humano y de la transcendencia de lo que hacemos, para evitar zonas opacas y conflictos éticos, para decidir en conciencia por sobre la conveniencia, cualquiera sea el eslabón de la creación de valor o segmento de industria, si se tiene en cuenta que un objetivo fundamental de las empresas de hoy y del mañana, será ser percibidos y reconocidos como sustentables, en una carretera que se desplaza a enorme velocidad, en un ambiente de híper-competencia, híper-transparencia y en plena era del comportamiento.
Y esta aclamación y expectativa recibida desde distintos ejes, comenzando por el virtuoso y firme llamado del Papa Francisco, nos invita a acoger con humildad los valores fundamentales del recambio, recobrando fuerza la idea de articular una sociedad de testigos y no sólo de maestros, para hablar e interactuar desde la consistencia de cómo decidimos vivir nuestras vidas y la de nuestro entorno.
Tal vez no sea casualidad, que de la mano de la globalización y la hiperconexión, seamos “testigos y espectadores” de la proliferación de múltiples escándalos, casos de abusos, malas prácticas y trasgresiones graves a la ética y al sentido común, en principios que rigen actualmente como estándar del s. XXI para nuestros países y mercados -donde el mundo desarrollado ha acordado y establecido un amplio marco de consenso- pues son otros los tiempos y desafíos los que enfrentamos, en un espacio cada día más horizontal, con una nueva arquitectura del poder, donde pesa mucho más el impacto y fuerza de los hechos que la retórica de 1.000 palabras. Desde este enfoque, el desafío de hacer empresa, crear valor y aportar al desarrollo, implica de manera irrefutable integrar el valor de la solidaridad, la verdad y el bien común ¡Porque las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra!