Valdés y Burgos en Icare
“Las posiciones que fijaron los ministros en Icare son un valioso paso, pero insuficiente por sí mismo”.
Justificada expectativa generó la intervención que los ministros Burgos y Valdés harían en Icare, porque ésta era su primera presentación ante un mundo empresarial intranquilo y verdaderamente paralizado en sus inversiones. La anunciada nueva Constitución y las reformas legales que afectan el modelo de desarrollo, sumadas a un discurso político que siembra inestabilidad han impactado seriamente el crecimiento. Negarlo es un acto de voluntarismo.
En ese contexto, ambos ministros estuvieron a la altura de lo esperado, transmitieron tranquilidad, sentido de prudencia en los cambios y reafirmaron la importancia que ambos atribuyen a la estabilidad institucional, así como al crecimiento económico. Desde todo punto de vista un hito positivo, pero con sus palabras adquirieron implícitamente un compromiso, cuyo eventual incumplimiento sería un golpe aún mayor a la confianza en el futuro. Ese es un factor que el Gobierno no puede ignorar.
A las palabras tienen que seguir ahora las acciones, ya que ambos expositores se refirieron especialmente al tema del derecho de propiedad, que entró muy fuerte al debate en los últimos días. Lo que ha caracterizado a la nueva mayoría es la falta de definiciones claras y compartidas, cada dirigente interpreta el alcance del programa presidencial y las reformas que en él se anuncian de una manera diferente, diferencias que se aprecian incluso entre los miembros del gabinete. Esto es algo que los nuevos conductores —político y económico— debieran intentar contener, porque, mientras subsistan visiones que van desde la “retroexcavadora” hasta las posiciones más moderadas, la estabilidad en realidad pende más de la correlación de fuerzas al interior del pacto gobernante que del propio programa.
La heterogeneidad de la Nueva Mayoría es un dato conocido y se entiende que ello deriva de la necesidad política de conformar la alianza más amplia posible, por razones electorales y políticas. Pero el éxito de un gobierno de coalición depende de su capacidad de articular esa diversidad en un proyecto común con definiciones concretas que sean efectivamente compartidas. Hasta ahora el pacto que acompaña a la Presidenta Bachelet no lo ha logrado.
Las declaraciones y posiciones que fijaron los ministros en Icare son un valioso y esperado paso, pero insuficiente por sí mismo. Ahora viene el desafío de transformar esas posiciones en acciones concretas que den cuenta del liderazgo de quienes las esgrimen, tanto en el ámbito político como económico. Además, parece llegado el momento de que el Gobierno empiece a traducir en definiciones concretas los cambios que pretende impulsar en materia de derechos económicos y sociales.
En Icare confirmamos que los conductores del nuevo gabinete dan confianza. Sin embargo, las reformas todavía no.