Aterrizaje de emergencia
“De la postura entre ideológica y oportunista de contentar a la calle, surgió un programa cuya aplicación voluntarista produjo reformas mal hechas”.
Aunque la razón principal que dio la Presidenta Bachelet para reconocer que su gobierno no podrá cumplir todo lo que prometió fue el magro desempeño de la economía y las restricciones de la caja fiscal, no dejó de admitir que “podemos haber cometido errores” y “fallas importantes”. Fue útil que recordara la verdad elemental de que sin crecimiento no hay reformas sustentables. En todo caso, el giro hacia el realismo exigirá determinación. El gasto público tendrá que fijar prioridades estrictas, y eso implicará enfrentar presiones y protestas. Habrá que dejar atrás la retórica de los ofrecimientos, y eso tendrá un costo político porque miles de chilenos se ilusionaron con esos ofrecimientos (por ejemplo, la gratuidad universal en la educación superior).
El origen de los problemas es, ante todo, político. Se trata de la visión personal con la que Michelle Bachelet volvió a La Moneda. Es cierto que hubo un diagnóstico defectuoso de sus equipos de campaña, condicionado por la atmósfera de exaltación creada por los partidarios de producir un gran viraje, pero fue la Mandataria la responsable final de la estrategia y el diseño de gobierno. El programa fue redactado para que ella se sintiera cómoda, y también los nuevos socios con los que ella quería gobernar. Por eso, sus primeros colaboradores intentaron convertir a la Concertación en un mal recuerdo; quienes no pensaban así guardaron silencio porque creyeron que ese era el signo de los tiempos.
El error “estructural” del gobierno proviene de las concepciones de la vieja izquierda sobre el cambio social: arrinconar a los representantes del capital, acrecentar el poder del Estado y prometer la tierra feliz (ignorábamos, por supuesto, que el discurso igualitarista estaba financiado por Julio Ponce Lerou). De la postura entre ideológica y oportunista de contentar a la calle, surgió un programa cuya aplicación voluntarista produjo reformas mal hechas que hoy rechaza la mayoría de los chilenos. De aquellos polvos, vinieron estos lodos.
El pacto oficialista se está descomponiendo a ojos vistas. Navarro dijo que la Nueva Mayoría se acabará si el gobierno no cumple el programa. El jefe del PC expresó “incomodidad” por el giro presidencial. Y Quintana dijo: “Lo riesgoso es que con la excusa del fin del mundo terminemos haciendo un nuevo gobierno de la Concertación”. O sea, para el jefe del PPD el riesgo es un gobierno como aquellos de los que Nicolás Eyzaguirre, Heraldo Muñoz y Adriana Delpiano fueron ministros, tal como hoy; un gobierno como ese del que Bachelet fue ministra de Salud y de Defensa; ¡y un gobierno como el primero que presidió Bachelet y al que debe su celebridad!
Las concesiones al populismo están pasando la cuenta. Ojalá haya tiempo para rectificar.