Los niños primero
“Es una contradicción evidente que la lucha por mejorar la educación se haga privando de las clases a quienes más las necesitan”.
La educación está instalada en el centro de nuestras prioridades. La percepción de que vivimos en una sociedad excesivamente desigual, que requiere aumentar significativamente sus niveles de inclusión, condujo al desafío de mejorar la calidad de la educación que reciben los niños de familias de menores ingresos.
En esa lógica, se transformaron en factor de debate temas como la gratuidad, la prohibición de copago en la educación particular subvencionada, la mirada de reproche al lucro asociado a la educación y, especialmente, la calidad del sistema público, que ha venido experimentando un progresivo deterioro, a la par de la caída en su matrícula. Aquí estaba la promesa central de la Presidenta Bachelet en su campaña presidencial: dar un salto importante, fundado en un proceso de fortalecimiento mayor de la educación pública.
En ese contexto es que llegamos a discutir un proyecto de ley de carrera docente que ha sido rechazado por el Colegio de Profesores y que nos condujo a un paro del gremio que se acerca ya a los 60 días. La discusión es compleja, los mismos docentes están divididos, su presidente es cuestionado por una disidencia organizada que exige moverse a posiciones más radicales. En el mundo político, la situación no es muy diferente. La votación en general en la comisión de educación de la Cámara de Diputados se rechazó, porque la nueva mayoría no contó con los votos de todos sus parlamentarios. Esto se revirtió en la sala, fundamentalmente debido a que ahora la oposición se dividió y el proyecto recibió algunos votos de la UDI y RN.
Pero en medio de una discusión que después de tanto tiempo y visiones fragmentadas se vuelve difícil de seguir, los niños más vulnerables siguen perdiendo clases a un punto que este año está seria e irremediablemente dañado académicamente. Esto es incomprensible en un país cuya dirigencia ha manifestado una preocupación y una conciencia tan acentuada de la deuda que tenemos en esta materia con estos mismos niños.
Todos tienen puntos de vista atendibles, las diferencias son profundas y apasionadas, pero es una contradicción evidente que la lucha por mejorar la educación se haga privando de las clases a quienes más las necesitan. Este año, en que los alumnos de los colegios particulares pagados y subvencionados tendrán probablemente entre un 25 y un 30 por ciento más de horas lectivas que los de los municipales, será un año que aumentará las brechas entre los hijos de los que tienen más y los de aquellos que tienen menos. Lo increíble es que la brecha se agrandará por una discusión que busca una mejor educación. No se entiende. Es hora de que todos hagan un esfuerzo y piensen primero en los niños. Después de todo, esta reforma se trata de ellos.