Los socialcristianos y la derecha
Por Hugo Eduardo Herrera
“La derecha chilena es como lo que España fue para Napoleón: un grupo resistente, pero dogmático”.
Por Hugo Eduardo Herrera
La unión de los socialcristianos a corrientes liberales y nacionales es asunto usual en el mundo. Muchos se preguntan por qué tal unión no tiene lugar entre nosotros, especialmente frente a la radicalización de parte importante de la izquierda chilena, que incluye sectores tentados por banderas propias de grupo radical.
En Chile existen dos factores relevantes que vuelven esa alianza asunto –aún– imposible.
Primero, la dictadura. La derecha fue excesivamente obsecuente con el gobierno de los militares. No asumió suficientemente la exigencia de responsabilidad política, que no ha de dormirse; no distinguió con claridad el apoyo a quienes conjuraron la amenaza dictatorial de izquierda y el deber de hacer una operación de rápido distanciamiento activo respecto de instituciones carentes de capacidad de comprensión política. Para empeorar las cosas, y salvo excepciones loables, no condenó de punta a cabo a los pistoleros y torturadores que se adueñaron de cierta escena policial, ni adoptó, frente a las violaciones a los derechos humanos que se emprendían desde el régimen, las medidas que su conciencia nacional debía haberle exigido. En fin, no ha realizado, como sector, un análisis histórico, detenido y no partisano, del período, de la responsabilidad que le cabe y, especialmente, del daño que los abusos le causaron a la unidad del pueblo y la dignidad de las personas.
Segundo, la unión esperable se halla impedida por la falta de densidad intelectual de la derecha. Una vez dije que para parte de nuestros socialcristianos (instruidos, entre otros, por académicos de Heidelberg, Lovaina o la Fundación Konrad Adenauer), la derecha chilena es como lo que España fue para Napoleón: un grupo resistente, pero dogmático. A un cuarto de siglo de caído el Muro en Berlín, muchos derechistas siguen insistiendo en el discurso economicista de Guerra Fría. No existe allí, todavía, un pensamiento político sofisticado en grado suficiente como para permitirle al sector hacer una comprensión pertinente de la situación actual, y darle cauce y sentido a sus nuevas pulsiones y exigencias. La derecha guarda un acervo de ideas valiosas: su concepción de la división del poder, de integración nacional, de la relevancia de las espontaneidades sociales, del Estado antes como unidad existencial que como mecanismo burocrático. Todas ellas, empero, sólo podrán actualizarse si se las reflexiona e incorpora en un discurso que se nutra de la atención cuidadosa a la realidad concreta. Es la tarea que el tiempo presente le exige a sus políticos más conscientes.
Entonces cabe esperar no sólo la revitalización de ese sector, sino una superación nada artificial de la tan peculiar configuración de fuerzas de nuestro acongojado sistema político.