Mujer y reformas
“Quien logre darle cauce más creíble y global a la emancipación femenina le hará un bien al país”.
En la premiación de la “Ejecutiva 2015” —organizada por la Revista Capital y en la que el galardón fue entregado a la gerenta general de BancoEstado, Jessica López— hubo un panel introductorio sobre el rol de la mujer en la economía del siglo XXI.
Pocos ponen en duda la necesidad de favorecer en la integración de la mujer en el mundo del trabajo remunerado. La tasa de participación de la mujer alcanza hoy al 48% (o sea, casi 1 de cada 2 mujeres tiene un empleo remunerado), lo que es bajo respecto de países desarrollados, que en general se aproximan al 70%.
Tal es la tasa de participación que tienen en Chile las mujeres del quintil más rico de la población que se compara con 27% en el caso de las mujeres del primer quintil. Si lográramos que estas últimas tuvieran un ingreso remunerado en la misma proporción que las más ricas, tanto el problema de pobreza como el de desigualdad entre hogares se atenuarían de manera sustancial.
Sin embargo, no es fácil. Nuestra sociedad y nuestras leyes están llenas de trampas que impiden que la mujer pueda desarrollar a plenitud sus capacidades económicas. Desde el machismo que sobrecarga a la mujer con tareas domésticas, hasta el contrato de sociedad conyugal que pone a la mujer en una situación de dependencia e inferioridad institucional compleja.
Estas reivindicaciones económicas del 50% del electorado ponen en tela de juicio leyes anticuadas y atávicas costumbres que persisten en el secreto de la conciencia. En su interesante libro “Comprando tiempo”, el sociólogo alemán Wolfgang Streeck argumenta que una razón de por qué el neoliberalismo ha tenido gran impacto en Occidente es porque la demanda por trabajo de la mujer requiere grados de flexibilidad laboral superiores que para los hombres. Streek argumenta que esto generó una improbable alianza entre mujeres luchando por su emancipación con empleadores deseosos de desregular el mercado del trabajo.
Esta situación se vivió en la premiación. La ex ministra Cecilia Pérez enunció el eslogan “Porque no tenemos nada, lo queremos todo” y luego dijo algo como “cada cosa que nos dan, parece poco a la luz de lo que queremos”. Esto recuerda una frase de Tocqueville cuando explica la Revolución Francesa: “Cualquier abuso que desaparece resalta los restantes y los hace intolerables”. La reivindicación de las mujeres es revolucionaria.
El incremento cuantitativo de la participación femenina ya comenzó, pero falta más en lo cualitativo: poder y autonomía personal. Ya se verá si esta revolución logra penetrar directorios, gremios, partidos. Dado el conservadurismo en estos espacios, quien logre darle cauce más creíble y global a la emancipación femenina le hará un bien al país y a su coalición política.