Segunda mirada: Brusco despertar
Por Max Power Casi nada duraron las cuentas alegres que nos dejó la Copa América como espectáculo, más allá del penalazo de Alexis. Justo cuando inflábamos el pecho por la organización y los estadios repletos con niños pintados y abuelitas enarbolando las banderas farkianas, un lote de inadaptados de Everton y Wanderers nos sacan del […]
Por Max Power
Casi nada duraron las cuentas alegres que nos dejó la Copa América como espectáculo, más allá del penalazo de Alexis. Justo cuando inflábamos el pecho por la organización y los estadios repletos con niños pintados y abuelitas enarbolando las banderas farkianas, un lote de inadaptados de Everton y Wanderers nos sacan del dulce trance con una brutal bofetada. Fue como subirse al Delorean de Volver al Futuro y recorrer dos décadas hacia atrás para presenciar de nuevo los tablones incendiados en el Nacional con Frei en la tribuna (1994), los cuchillazos del Huinca y el Barti en el Monumental (2000) o la sangre de Nelson Pinto, jugador de la U, fluyendo desde su frente después de recibir de lleno un proyectil (2003). En el viaje observo además el desfile de autoridades prometiendo soluciones y fardos de querellas contra quienes resulten responsables. Fue un brusco despertar. Los delincuentes retornaron como bestias enjauladas y el resto de los mortales tendrán que guardar la banderita y ver como la cancha vuelve a ser una trinchera.