Segunda mirada: La dictadura del progresariado
Las cifras son alarmantes: 75% de los usuarios de redes sociales rechaza el cacerolazo por la delincuencia. La razón: recién ahora se toma en cuenta el problema de la delincuencia, porque afecta a los “cuicos” de La Dehesa y Vitacura. El panorama de Santiago Oriente actual, inevitablemente, trae una reminiscencia del pasado. Las masas descontentas […]
Las cifras son alarmantes: 75% de los usuarios de redes sociales rechaza el cacerolazo por la delincuencia. La razón: recién ahora se toma en cuenta el problema de la delincuencia, porque afecta a los “cuicos” de La Dehesa y Vitacura.
El panorama de Santiago Oriente actual, inevitablemente, trae una reminiscencia del pasado. Las masas descontentas se alzan una vez más y surge un nuevo amanecer para la lucha de clases.
Esta vez, sin embargo, con pequeños cambios. La izquierda, en lugar de proletaria, es progresista; las masas, en lugar de obreras, provienen de los arrabales de Providencia y Ñuñoa, y la lucha, en lugar de llevarse a cabo en la fábrica, se produce en una tablet desde el wifi de algún Starbucks, junto a un muffin y un caramel machiatto.
Matices casi imperceptibles cuando el propósito es noble, pues se persiguen los mismos ideales de antaño: democracia, energía renovable, respeto a la diversidad, legalización de la marihuana y, por supuesto, más ciclovías.
Porque los progres no tienen patria, ¡progresistas del mundo, uníos!
E. Risopatrón