Decídase, Presidenta
“Se optó por imponer la mayoría con un estilo confrontacional, apuro e improvisación”.
El gran error de la Presidenta y de sus más cercanos colaboradores es haber creído que su popularidad y la mayoría en el Congreso les permitirían hacer un gobierno fundacional. Esta idea se sustentó, por una parte, en el diagnóstico de los movimientos sociales y su interpretación negativa de los gobiernos de la Concertación, a lo cual se sumó una mayoría concertacionista acomplejada de los avances en los gobiernos en que participó. Por otra parte, la Presidenta cayó en la tentación, humana por cierto, de creer que podría pasar a la historia como la líder que cambió el rumbo de Chile hacia una democracia más igualitaria y participativa.
Es cierto que la sociedad chilena demandaba cambios y que se abría una gran oportunidad para abordar la inquietante desigualdad. El problema es que asumir el poder con tanto apoyo, generó un entusiasmo irracional (simbolizado en la retroexcavadora), creando la expectativa de que ahora y pronto habría que hacer todos los cambios “estructurales” posibles. Una lástima que no se tuvieran en cuenta las experiencias de Frei Montalva y Salvador Allende, que pretendieron cambiarlo todo y terminaron en una tragedia mayor. En ambos casos, el voluntarismo ideológico superó la realidad.
Es cierto que el contexto es distinto, pero hoy existe una izquierda de corte populista, que en Chile está presente y movilizada, que sigue creyendo que se puede prescindir de la realidad, sin espacio para la renuncia.
Ese es el problema que le está pasando la cuenta a la Presidenta. Se le dio el gusto “a la calle”, con una reforma tributaria “en contra de los poderosos de siempre”; una reforma laboral a favor de la huelga sin reemplazo; una reforma educacional de tal magnitud que tiene a los estudiantes, padres, sostenedores y docentes descontentos. Se optó por imponer la mayoría con un estilo confrontacional, apuro e improvisación.
Por ello la Presidenta debió cambiar su equipo político, para hacer viables sus reformas, bajando expectativas y sintonizando con lo que la gente quiere: avanzar sin poner en riesgo lo logrado y con diálogo. Se equivoca profundamente cuando achaca el descontento a problemas de comunicación. Pero más grave es que se equivoque también cuando renueva a sus ministros de Interior, Hacienda y Educación y, sin embargo, insiste en que no cambiará el rumbo de su gobierno. Cuando un día afirma con solemnidad que en la nueva etapa se avanzará con realismo, pero sin renuncia, y a los pocos días señala que ir paso a paso es ir al país de nunca jamás, da señales equívocas, que inmovilizan. Esa ambigüedad, con toda seguridad, seguirá mermando el éxito del Gobierno. Decídase, Presidenta.