Percepciones y confianza
“Quizás el mayor desafío no es cambiar la orientación ni mejorar la implementación de las reformas, sino revertir el desánimo”.
El Instituto Nacional de Estadísticas entregó hoy su informe de empleo del trimestre móvil mayo-julio, donde la tasa de desocupación alcanzó al 6,6% de la población económicamente activa. Esto representa un incremento de 0,1 punto porcentual respecto del trimestre móvil anterior y de los últimos doce meses.
El informe detalla también los sectores que lideran el aumento de la ocupación durante el último año (Construcción, Transporte y Comunicaciones y Administración Pública), y las mayores caídas (Servicio Doméstico y Electricidad, Gas y Agua).
Casi al mismo tiempo, la consultora Plaza Pública-Cadem publicó su informe semanal de opinión pública. Allí, un 59% de los encuestados califica la situación actual del empleo como mala o muy mala, y sólo un 28% tiene una percepción positiva. Respecto de la gestión del Gobierno en la creación de puestos de trabajo, un 64% la desaprueba. Además, el desempleo destaca como la principal preocupación económica, al igual como ocurrió en abril y junio.
Es fácil observar que la realidad del desempleo en Chile, a partir de lo que indican los números oficiales, no es tan negativa como indica la percepción ciudadana. Las cifras parecen controladas, por las razones que sea, y se comparan bien con la situación de otros países similares al nuestro.
Por un lado, esta brecha resulta lógica. Es un indicador que afecta directamente el bienestar de las personas y sus familias, por sobre problemas como la baja en el precio del cobre, el bajo crecimiento o la falta de inversión, cuyas cifras son peores pero cuyo impacto es más indirecto.
Por otro lado, sin embargo, los datos de la encuesta podrían confirmar un problema mayor: las personas no están confiando en la capacidad de las autoridades para revertir la desaceleración económica y el pesimismo respecto de la marcha del país. La crisis de ansiedad que viene manifestándose en la élite parece haberse extendido al resto de la ciudadanía.
Quizás el desafío más complejo del Gobierno no está en cambiar la orientación o mejorar la implementación de sus reformas. Son asuntos que se podrían resolver por medio de acuerdos políticos y una adecuada gestión técnica, respectivamente. Aunque en los últimos meses se hayan empeñado en demostrar lo contrario, nuestra clase política, incluso buena parte del actual oficialismo, han demostrado credenciales para ello. Más difícil podría ser revertir el desánimo que parece haberse posado sobre las personas.