Sobre nuestro negativismo
Tenemos un problema grave de actitud como país para enfrentar las coyunturas difíciles. A modo de ejemplo: los británicos enfrentan estoicamente la adversidad, nosotros tomamos una actitud “mamona”, asumiendo el rol de víctimas. Ellos enfrentan las crisis, nosotros esperamos que otros vengan a solucionarlas. Ellos superaron de inmediato los horrores cometidos por los nazis, nosotros […]
Tenemos un problema grave de actitud como país para enfrentar las coyunturas difíciles. A modo de ejemplo: los británicos enfrentan estoicamente la adversidad, nosotros tomamos una actitud “mamona”, asumiendo el rol de víctimas. Ellos enfrentan las crisis, nosotros esperamos que otros vengan a solucionarlas. Ellos superaron de inmediato los horrores cometidos por los nazis, nosotros somos aún incapaces de cicatrizar las heridas del pasado. Ellos consideran de mal gusto hablar de política, nosotros lo politizamos todo. Ellos se adaptan a los cambios impulsándolos en forma consensuada, nosotros nos enfrentamos desde polos opuestos, llenos de resentimiento.
Hay quienes piensan que esa actitud negativa es parte de nuestra idiosincrasia. La buena noticia es que la psique humana es modificable. Habría que partir aceptando algunos principios: si bien la inseguridad, desconfianza y angustia que aquejan al país son provocadas por la actual crisis política, económica y moral, también son sentimientos que generamos individualmente, por nuestra actitud mental negativa. Esperamos que la política, el Estado, el mercado o la buena voluntad del empresariado nos solucionen la vida. Estas ilusiones, o falsas expectativas, provocan frustración, impotencia y rabia. De hecho, el ex Presidente Piñera no fue capaz de terminar con la delincuencia, como había prometido, ni tampoco lo hará la Presidenta Bachelet. Enmendar errores históricos es lento, especialmente si los llamados a resolverlos son los mismos que los provocan. La historia tiene su propio ritmo y no sacamos nada con irritarnos y perder la paciencia por algo que está fuera de nuestro control y voluntad.
Es necesario reclamar y protestar: contra la impunidad, la corrupción, la delincuencia y los errores del Gobierno. Pero sin dejarse manipular por los dogmatismos ideológicos —del color que sean—, por la intolerancia y el rencor, que intoxican el ambiente y nuestras propias vidas. La confianza, el optimismo y la tranquilidad surgen del cambio de actitud mental, más allá de las condiciones negativas que enfrentemos. Soy de quienes creen que los cambios son inevitables y negarlos genera crisis mayores. La supervivencia de las especies —como diría Darwin— radica en su capacidad de adaptarse a los cambios.