Un Chile más seco
“Ha llovido como no ocurría en muchos años, pero esta realidad coyuntural no puede ni debe tranquilizarnos”.
El anegamiento de calles y casas, generalmente de familias de escasos recursos, nos recuerda cuánto falta por avanzar en el mejoramiento de la calidad de vida de muchos chilenos.
Sin perjuicio de esa realidad, es evidente que las recientes lluvias vienen a dar un alivio a los efectos de la sequía que se ha enseñoreado desde hace varios años en Chile.
Ha llovido como no ocurría en muchos años, y los especialistas avizoran que vendrán más precipitaciones en las próximas semanas. Sin embargo, esta realidad coyuntural no puede ni debe tranquilizarnos.
Es imposible dar certeza absoluta sobre qué ocurrirá con el clima en el largo plazo, y las previsiones sobre aquello no han sido especialmente precisas. Pero se estima que la reducción de las lluvias obedece a un cambio estructural del régimen de precipitaciones y no a un evento cíclico. La nueva normalidad que se espera a futuro es la de un Chile más seco.
Así lo señaló la Presidenta Bachelet en 2014, cuando estableció la figura de un encargado de los recursos hidráulicos, a nivel país, con una jerarquía de delegado presidencial. Asimismo, en ese mismo año el Gobierno ingresó al Congreso un proyecto de ley para reformar el Código de Aguas.
Dicha reforma apunta a priorizar los usos del agua, que no es otra cosa que administrar la escasez. Si bien estas medidas son necesarias, están lejos de ser suficiente si las lluvias continúan siendo escasas.
Las precipitaciones recientes han aumentado considerablemente los caudales de los ríos. Sin embargo, la mayor parte de esa agua va a dar al mar, y la capacidad que tenemos de almacenarla es muy limitada.
Las obras hidráulicas de gran envergadura son proyectos de largo aliento, y su tiempo de maduración va más allá de los modestos cuatro años de que dispone una administración. De allí, en parte, que la lógica política no las tenga como prioridad. Pero es urgente adaptarse al nuevo escenario programando estrategias, planes y obras que permitan disponer de agua para la población y las actividades productivas aún en condiciones de sequía. Considerar, por ejemplo, nuevos embalses, acueductos que acerquen la abundante agua del sur al norte del país, o soluciones tecnológicas como las que han utilizado otros países.
Quizá sea esta una oportunidad para la clase política de reivindicarse frente a la ciudadanía, generando acuerdos, consensos y cursos de acción de cara a uno de los grandes problemas del país. Lo necesitamos.