Color esperanza
“Eyzaguirre, para efectos políticos, da por terminado el actual período presidencial”.
Puede ser efecto de la última encuesta de Adimark o de la perspectiva naturalmente más global que da la Secretaría General de la Presidencia, pero la entrevista de Nicolás Eyzaguirre en El Mercurio del domingo marca el punto de inflexión más profundo que hemos visto desde que se inició la gestión de la Presidenta Bachelet.
Dos aspectos hacen de esta entrevista un hito: la mirada autocrítica es de una extensión y calado que, si asumiéramos que el Ejecutivo va a seguir este rumbo, sería un gobierno muy diferente en los años que le restan. Pero, además, se percibe en las palabras del ministro una preocupación muy auténtica por el rumbo que ha tomado el país, tanto en relación con la implementación del programa de gobierno, como de la dinámica social y política en que estamos inmersos.
Hay una autocrítica que es central y dice relación con la improvisación. A estas alturas parece un dato ampliamente compartido, pero que hasta ahora no había tenido un reconocimiento así de claro y de parte de un miembro de este nivel en el gabinete. Tácitamente y sin nombrarlos –se aprecia un grado de cuidado en las palabras y conceptos infrecuente en él– hace una crítica feroz al equipo que trabajó en el programa y tuvo a su cargo la implementación técnica, así como la conducción política, del llamado primer tiempo.
Esta entrevista permite varias lecturas y deducir varias consecuencias. La improvisación, una vez asumida, debiera llevar a dedicar el tiempo que queda a corregir lo mal hecho –reforma tributaria– y encarrilar por buenos derroteros las que están en tramitación. Y el resto, como en ese viejo chiste de Condorito, bueno, el resto que espere. Ese es otro efecto brutal de la lógica en que se coloca Eyzaguirre: para efectos políticos –la voluntad de moldear la sociedad de una cierta manera y no únicamente administrarla– se da por terminado el actual período presidencial. Las reformas son las que están hoy sobre la mesa y no hay más. No se entendería que se insistiera en la improvisación ya reconocida.
Otro elemento insoslayable es el retorno a la lógica del diálogo y del consenso; el ministro aparece extraordinariamente alejado de conceptos como “las mayorías están para ejercerlas”, que se escucharon mucho el año pasado. Por el contrario, reaparecen dos características que imprimieron carácter a la vieja Concertación: la valoración de lo hecho en el pasado y el diálogo para buscar acuerdos.
La entrevista está demasiado cuidada en sus términos para no asumir que es la expresión de decisiones reflexionadas en el Gobierno y compartidas desde la misma Presidenta. Una entrevista que, como la canción de Diego Torres, podría titularse “color esperanza”.