Crisis IX: El precario Estado
Por Hugo Eduardo Herrera
“La combinación de centralismo territorial y partisanismo funcionario provoca una inadecuación estructural del Estado”.
Por Hugo Eduardo Herrera
En la actual crisis, los anhelos y pulsiones populares chocan con una institucionalidad inadecuada. He hablado ya del mercado y la nación, ahora me referiré al Estado y su papel en la crisis.
En nuestro país el Estado ha sufrido algo parecido a un abandono inveterado. Si el fetichismo mercantilista de la derecha veía en él algo que había que evitar (hasta 2010 o, aunque menos, hasta hoy), el fetichismo estatista de la izquierda lo dejó incólume de las necesarias reformas que requería. El resultado es que contamos con un Estado muy por debajo de las exigencias nacionales.
Éste acusa una anómala presencia de funcionarios “de exclusiva confianza”; son miles de puestos ocupados por individuos de reputaciones partidistas, poco parecidos a burócratas especializados, lo que afecta severamente la profesionalización del aparato estatal. Probablemente aquí se halla una explicación a tanta improvisación a la hora de hacer reformas que requieren grados más sofisticados de acción.
El Estado nuestro es, además, excesivamente centralista. Las regiones carecen de relevancia política. Su abandono importa que las condiciones de vida, especialmente el desarrollo social y cultural, son incomparablemente bajas respecto a Santiago. Chile necesita transitar hacia una descentralización que incluya aspectos políticos. El proceso importa, por cierto, disminuir y no aumentar el número de regiones, a objeto de volverlas viables como unidades autónomas. También devolverles parte del “capital humano” del que las ha privado el centralismo.
La combinación de centralismo territorial y partisanismo funcionario provoca una inadecuación estructural entre el Estado y la infinita multiplicidad de la situación nacional y territorial.
La distancia con “la triste provincia” le impide al Gobierno central comprender adecuadamente cuanto está ocurriendo en Arauco, Malleco y Cautín, en Palena, Aysén y Coyhaique, en Chiloé, en Magallanes, y en realidad en todas nuestras provincias no capitalinas. Los problemas urgentes de conectividad, integración y subdesarrollo allí no se solucionarán –nunca–, si se mantiene el contexto de concentración actual.
Esa inadecuación estructural entre el Estado y la situación nacional explica también que aquél esté rezagado o muy poco presente en áreas fundamentales para el despliegue del país: la división del poder económico; el fortalecimiento de la innovación, la investigación y la ciencia, el mejoramiento de la educación. En todos estos asuntos nuestro Estado va a la zaga. El actual Gobierno ha exhibido niveles de incompetencia relevantes, pero el problema de fondo es la falta de cuadros realmente especializados en las complejas tareas que enfrenta el país.