El espectáculo de Donald Trump
“Trump representa la peor forma de hacer política: sin contenido, sin honestidad y sin respeto”.
Cuando Donald Trump, empresario inmobiliario, multimillonario y estrella de televisión de programas de “realidad”, se presentó en junio como precandidato a la Presidencia de Estados Unidos por el Partido Republicano, pocos, y posiblemente ni él mismo, lo tomaron en serio.
Aunque ha sido considerado como un posible candidato en cada elección presidencial desde 1988, y en 1999 se presentó durante cinco meses como candidato por el Partido Reforma, el consenso de los analistas políticos era que ofrecería poco más que una distracción y un toque de humor al verano boreal.
Se esperaba que Trump se dedicara a ofender a quienes tuviera al frente y luciera el desbordante narcisismo que convirtió su programa televisivo en un éxito. Esas expectativas las ha cumplido con creces. No sólo ha agredido a la comunidad hispana, sino que también a las mujeres y al respetado senador republicano John McCain.
Declaró que los inmigrantes mexicanos se enriquecen con recursos de los contribuyentes norteamericanos, y que su presencia en el país reduce los sueldos, incrementa el desempleo y es una fuente de delincuencia. Los hechos contradicen todas sus afirmaciones. Respecto de McCain, un ex aviador naval y prisionero por cinco años durante la guerra de Vietnam, señaló que no era un héroe de guerra porque fue encarcelado. “Me gustan las personas que no fueron capturadas”, opinó.
Lo que sí ha sorprendido a los demás candidatos y analistas es que, tras dos meses de afirmaciones xenófobas y falsas, Trump encabeza todas las encuestas y duplica el apoyo de otros candidatos tradicionales. Su éxito no refleja sólo la polarización propia de las elecciones primarias, que tienen un electorado más extremo e ideologizado que el que vota en la elección general, porque se extiende al resto de la población. A pesar de tratarlas de “puercas gordas”, lidera las encuestas entre mujeres, y pese al mensaje racista y nacionalista, también tiene el mayor respaldo de los electores moderados y con educación universitaria.
Hasta el momento Trump ha vencido a sus contrincantes por su personalidad y arrogancia, más que por sus vagas propuestas para “hacer América grande nuevamente”. Su auge refleja un profundo rechazo a la inoperancia de Washington, al poder del dinero en las elecciones, y de enfrentar nuevamente una elección de Clinton contra Bush, en una versión disminuida.
Donald Trump representa la peor forma de hacer política: sin contenido, sin honestidad y sin respeto. El electorado estadounidense merece una opción más digna.