El estado psicológico de la élite
“Tiempo atrás, nuestra élite era eufórica, triunfalista y vigorosa. Hoy la vemos deprimida, desconcertada y paranoica”.
A partir de la convocatoria de Icare, y del reportaje de La Segunda sobre la ansiedad de nuestra élite, la crisis actual está siendo analizada desde la perspectiva de la psicología social —el estado mental del país— y no tan sólo desde la política y la economía. Es un tema espinudo, pero vale la pena tocarlo aunque sea en forma generalizada.
El psiquiatra Ricardo Capponi sostiene que estamos bajo un clima “ansioso y depresivo”. Las élites temen perder su estatus y logros. Y la ansiedad, como es sabido, es una respuesta de alerta natural ante situaciones peligrosas o amenazantes. Siendo así, hay razones suficientes para estar ansiosos, aunque a mi juicio el diagnóstico es más grave: somos un paciente con depresión bipolar.
Tiempo atrás, nuestra élite política y empresarial era eufórica, triunfalista y vigorosa. Hoy la vemos deprimida, desconcertada y paranoica. Estos cambios de ánimo repercuten en la convivencia civil y, con el correr de los años, nos han transformado en un país bipolar. Otra característica de esta patología es la irritabilidad: basta que a los bipolares se les contradiga, o que las cosas no resulten como desean, para que caigan de inmediato en la irritación y el drama. La rabia se oculta, es camuflada, pero está a flor de piel, lista para explotar. El actual clima de confrontación obedece precisamente a esta reacción.
Un segundo síntoma de la depresión bipolar es que las personas se encierran en sí mismas y se victimizan. Lo mismo ocurre con nuestra élite. Se aísla en sus guetos, sintiéndose víctima del escrutinio público. La gente, para ellos, es un porcentaje. De las estadísticas, de las encuestas, del rating o de las ventas.
Otra característica es la incapacidad de ser consistente y concretar proyectos. Intentan hacer grandes cosas, pero actúan de manera errática, incluso contradictoria. Basta una traba para que la mente bipolar deje las cosas a medio hacer y cambie de tema o desafío. Esta conducta resulta especialmente frustrante para el entorno. “Intentan hacerlo todo y acaban por no hacer nada”, es un reclamo diario en el ámbito político y económico.
Por último, están los sentimientos de grandiosidad e invulnerabilidad. La prepotencia los lleva a tomar decisiones temerarias o irresponsables, o bien sintiéndose intocables, a actuar con egoísmo y falta de ética. No es casualidad que provoquen tanta antipatía, resentimiento e indignación.
No es mucho lo que se puede hacer al respecto. Después de todo, las élites son reacias al psicoanálisis. Habrá que acostumbrarse a la bipolaridad y esperar que pronto volvamos a la etapa de euforia y exitismo. Mientras tanto, debemos tener paciencia china. Lo digo por experiencia propia.