Futuro incierto para Ñuble y Biobío
Por Francisco Maturana M.
Investigador ICEM-U. Autónoma de Chile
Por Francisco Maturana M.
Investigador ICEM-U. Autónoma de Chile
La creación de la Región de Ñuble llama a reflexionar sobre sus posibles beneficios en la calidad de vida de los habitantes de la nueva región. Considerando la experiencia de las regiones de Los Ríos y Arica y Parinacota, creadas en 2007, al menos la Región del Biobío se vería favorecida en términos de recursos: prácticamente no disminuiría su inversión pública efectiva total, con una menor población y menos superficie que administrar.
Pero, ¿traerá un mayor bienestar a la nueva región? Esto es cuestionable. Si se observan los datos de pobreza (Casen) de Arica y Parinacota y Los Ríos en 2006 (un año antes de la división que creó las regiones), la primera presentaba una pobreza de 18,6%; al 2009, un 12,8%; al 2011, un 15,7% y al 2013, un 14,6%. A su vez, Los Ríos alcanzó un 18,8%; 20,4%; 17,5% y 23,1% en las mismas fechas, respectivamente. Es decir, convertirse en región no necesariamente se asocia a un impacto positivo en términos de pobreza, al menos en el corto plazo.
Acerca de Chillán, la nueva capital regional, se estima que sería la gran ganadora porque concentraría las inversiones y empleos públicos. Pero, ¿qué sucederá en los otros territorios? No queda claro cómo se levantarían el secano costero o la provincia de Punilla, que tiene como cabecera a San Carlos, ciudad fuertemente dependiente y vinculada a Chillán. ¿Se podrá transformar en un polo que equilibre el sistema urbano regional? El pronóstico augura que habrá una polarización en el centro de la Región del Ñuble en torno a la Ruta 5 Sur, entre Chillán y San Carlos, además del desarrollo turístico “asegurado” gracias a las Termas de Chillán, en la comuna de Pinto. Pero el resto es incierto. Es decir, se replicará a escala regional la concentración que observamos a nivel nacional.
La creación de la región entregará mayor proximidad a la población con los organismos del Estado. Pero creer que esto contribuirá al proceso de descentralización es ingenuo. Las competencias regionales continuarán en el poder central, y los recursos llegarán en su mayoría amarrados a las regiones, limitando así su campo de acción y desarrollo.