La Iglesia y la Independencia
Septiembre, mes para vivir y recordar nuestra gesta independentista, nos encuentra crispados, desconfiados, divididos y poco esperanzados. La Iglesia pasa por malos momentos y se desconfía de ella. No obstante, nos invita el 18 al Te Deum de acción de gracias, para pedir por la prosperidad integral de Chile. Me sumergí en los textos para, […]
Septiembre, mes para vivir y recordar nuestra gesta independentista, nos encuentra crispados, desconfiados, divididos y poco esperanzados. La Iglesia pasa por malos momentos y se desconfía de ella. No obstante, nos invita el 18 al Te Deum de acción de gracias, para pedir por la prosperidad integral de Chile.
Me sumergí en los textos para, releyendo, encontrar algún consuelo, deteniéndome en el proceso de la Independencia, y reviviendo lo que nuestra patria le debe al clero nacional desde cuando nacíamos a la vida como país.
Desde el 18 de setiembre de 1810 hasta la consolidación de la Independencia tenemos a decenas de eclesiásticos de ambos cleros participando en cabildos abiertos, juntas de gobierno y en el Senado, cuyo primer presidente fue un eclesiástico. Por citar algunos, Camilo Henríquez, los hermanos Larraín Salas, el presbítero Uribe o los religiosos Acuña y Silva, y tantos más, que no dudaron no sólo en apoyar el proceso, sino que además se comprometieron con su vida, honra y fortuna por el naciente Chile. Fueron genuinos patriotas, cuyo ejemplo estimuló a muchos.
Verdad es que los dos obispos de Chile fueron realistas: Rodríguez Zorrilla, en Santiago, y Navarro, en Concepción. El primero murió en el destierro, ordenado por O’Higgins. Pero su actitud no fue compartida por la inmensa mayoría del clero, tanto diocesano como religioso. El cardenal e historiador Carlos Oviedo lo demostró en un sesudo estudio, deshaciendo la opinión contraria que mostró cierta historiografía liberal del siglo XIX.
El papa Gregorio XVI nos reconoció como independientes en 1840, rectificando el legitimismo de León XII y Pío VIII, que no estuvieron por la independencia americana, y que desde Roma llamaban a los dominios hispanos a someterse al rey de España. El clero trabajó por el Chile naciente no sólo con su labor pastoral, sino que también con la educacional y asistencial, acompañando a las generaciones nuevas que nacían con la Independencia.
Hoy, cuando en parte no se nos tiene confianza, es bueno para laicos y eclesiásticos recordar y reactivar lo que se hizo, y que en tal alto grado nos permitió pasar de ser un dominio de la Madre Patria a una nación independiente.