Segunda mirada: La utilidad del latín
Una serie de voces se ha alzado últimamente clamando por reforzar la enseñanza de las lenguas clásicas, como el latín y el griego. Una visión práctica del asunto, sin embargo, debiera concluir que se trata de una pretensión tan excéntrica como inútil, salvo para quienes tengan intereses específicos que lo demanden. No es una idea […]
Una serie de voces se ha alzado últimamente clamando por reforzar la enseñanza de las lenguas clásicas, como el latín y el griego. Una visión práctica del asunto, sin embargo, debiera concluir que se trata de una pretensión tan excéntrica como inútil, salvo para quienes tengan intereses específicos que lo demanden. No es una idea sólo nuestra. Ya a fines del siglo XVII, en las cartas que envió a su amigo Edward Clarke aconsejándolo como instruir a su hijo, publicadas en “Pensamientos sobre educación” (1693), el filósofo inglés John Locke advierte sobre la necesidad de una enseñanza práctica, que dejase atrás la herencia educativa renacentista. Para ello, sugiere, los jóvenes debían privilegiar el estudio de la lengua materna y de una segunda lengua extranjera, y de materias como historia, geografía, geometría y ciencias naturales. Sólo entonces, sostiene, sería posible empeñar algún esfuerzo en la enseñanza del latín, claro que “sin dedicarse mucho tiempo a examinar y estudiar esta clase de formalidades”.
J. J. Cruz