Segunda mirada: Palabras filosas
Alguna vez leí que la palabra es incapaz de dañar a una rosa, pero puede mover multitudes. Un ejemplo de dos letras: No, en octubre de 1988. Uno internacional: Mandela libre, un susurro que galvanizó a la gente de Sudáfrica en 1990. Otro: el Yes we can de la primera campaña de Obama, un emblema […]
Alguna vez leí que la palabra es incapaz de dañar a una rosa, pero puede mover multitudes. Un ejemplo de dos letras: No, en octubre de 1988. Uno internacional: Mandela libre, un susurro que galvanizó a la gente de Sudáfrica en 1990. Otro: el Yes we can de la primera campaña de Obama, un emblema arrollador con tantos significados como cada cual quisiera.
La lectura del fallo de La Haya fue una extensa letanía de esas que le suben la bilirrubina a los abogados y hacen que los periodistas de televisión derrochen ríos de saliva para compensar las imágenes fijas de unos señores con peluquín y rostro adusto. Los dos países en disputa armaron también sus propias escenografías. Pero si sólo hubiera que quedarse con una frase que dijera todo, elijo la estocada de Bachelet: “Bolivia no ha ganado nada”. Que después agentes, cancilleres y políticos desgranaran todos los análisis era irrelevante. La Presidenta tradujo una posición de Estado en clave ciudadana y los dejó off side. Incluso a Evo.
T. Águila